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Cuentos y mitos de los piaroa

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<strong>Cuentos</strong> y <strong>mitos</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>piaroa</strong><br />

13. Canto sobre Wajari, sobre su hermana Tchejeru y sobre Jurewei<br />

—¿De dón<strong>de</strong> sabría tu madre lo que hice contigo? No tiene <strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />

saberlo.<br />

Pero el niño se mantuvo en sus i<strong>de</strong>as. Y Wajari le dijo:<br />

—Está bien. Si dices la verdad tu cara ha <strong>de</strong> parecerse a la mía. –Le<br />

pidió a su hijo que le mirara para po<strong>de</strong>r observar bien su rostro. Y Wajari<br />

vio su propio rostro y se asombró.<br />

—¿Cómo pu<strong>de</strong> hacer algo semejante? ¿Cómo pu<strong>de</strong> hacer un daño tal?<br />

Wajari le dijo al niño, a su hijo, que no podía irse con él a pescar,<br />

pues era una tarea muy peligrosa. Había que saltar <strong>de</strong> piedra en piedra.<br />

Pero el niño dijo que se sentaría en el hombro <strong>de</strong> su padre. De oírlo<br />

Wajari le volvió la espalda, iracundo dio una patada en tierra y el niño<br />

cayó con el arco y la flecha para volver a aparecer junto a la cascada que<br />

está en Colombia, tras la montaña sagrada.<br />

El niño secó su guayuco, luego escaló la montaña sagrada <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> se divisaba el mundo entero. Vio a su padre que estaba pescando.<br />

Y Jurewei <strong>de</strong> un salto cayó en <strong>los</strong> hombros <strong>de</strong> su padre.<br />

—¿Cómo estás, papá? –preguntó.<br />

Pero Wajari no podía ver al que estaba sentado en sus hombros y dijo así:<br />

—¿Quién está hablando conmigo? ¡Pero si no existen hombres! Tal<br />

vez sea Ojo, el ser <strong>de</strong> la selva que pue<strong>de</strong> ser pájaro y hombre. Por estos<br />

lares solamente viven seres <strong>de</strong> esta especie.<br />

El muchacho le preguntó:<br />

—¿Qué pescaste?<br />

Wajari se volvió y vio al niño. Se asombró, pues creyó que su hijo se<br />

había muerto. Wajari se sentó y le dijo a su hijo:<br />

—¡Te maté! ¿Por qué estás vivo? ¡Voy a matarte <strong>de</strong> nuevo!<br />

Mas el niño dijo así:<br />

—¡Yo sé tanto como tú! Mientras me quisiste matar, aprendí mucho<br />

<strong>de</strong> ti; y ahora quiero hacer lo mismo contigo.<br />

Wajari dijo:<br />

—¡Aquí viene un bote lleno <strong>de</strong> hombres blancos! ¡Esos hombres nos<br />

van a matar, a comer o a encerrarnos en la cárcel! ¡Te voy a entregar a el<strong>los</strong>!<br />

Pero el niño no tuvo miedo. Dijo que si lo hacía, mataría a su padre.<br />

Wajari dijo:<br />

—Está bien, niño. Quédate con vida. No me mates.<br />

108<br />

Luego Wajari se dispuso a crear el ciervo <strong>de</strong> las sabanas. “No me<br />

mates –dijo Wajari–, sino a <strong>los</strong> animales <strong>de</strong> la sabana”.<br />

Wajari le pidió eso a su hijo para saber si era cierto que el niño era capaz<br />

<strong>de</strong> matar. El niño disparó al cielo, la flecha bajó a la tierra y encontró<br />

al animal.<br />

Así supo Wajari que su hijo era capaz <strong>de</strong> matar.<br />

El ciervo agonizaba, y Wajari habló <strong>de</strong> las enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>los</strong> ciervos<br />

(parecidas a las enfermeda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las vacas). El animal murió poco<br />

<strong>de</strong>spués.<br />

Tchejeru, la hermana <strong>de</strong> Wajari, vivía con Puruna en Pureydo. Un<br />

buen día Waikuni, el gigante que usaba perfume <strong>de</strong> aroma dulce y llevaba<br />

hermosas joyas, vino y se llevó consigo a Tchejeru.<br />

Wajari le dijo a Tchejeru que Waikuni no era muy buen hombre que<br />

digamos, pues usaba perfume. Él se volvería loco si tuviera que usarlo.<br />

Por ello a Tchejeru no le gustó Waikuni y retornó a Puruna. Pero Puruna<br />

no la quiso ni ver, por lo que la mujer se enloqueció y se convirtió en<br />

peregrina incansable.<br />

Puruna estaba <strong>de</strong>scansando en su chinchorro. Tchejeru entró en la<br />

churuata y colgó su chinchorro bajo la <strong>de</strong> Puruna.<br />

—¡No! –dijo Puruna–, pues antes dijiste algo malo <strong>de</strong> mí, dijiste que<br />

no sé cazar.<br />

Tchejeru se volvió a mudar don<strong>de</strong> su hermano Wajari. Wajari le dijo<br />

a Tchejeru:<br />

—Waikuni es un mal hombre. Alto, se pinta muy bien y es muy buen<br />

cazador, mas vagabun<strong>de</strong>a mucho. Puruna sin embargo es un buen hombre<br />

y vive tranquilo en el poblado.<br />

Wajari le contó a Tchejeru que Puruna la volvería a recibir y serían<br />

nuevamente marido y mujer. El canto no sirvió <strong>de</strong> nada, Puruna no <strong>de</strong>seó<br />

a Tchejeru, quien se echó a llorar.<br />

Entonces Tchejeru se quedó con su hermano por un tiempo, mas en<br />

seguida enloqueció y se convirtió en peregrina incansable.<br />

Wajari vivió por mucho tiempo en el Alto Orinoco, en <strong>los</strong> alre<strong>de</strong>dores<br />

<strong>de</strong> San Car<strong>los</strong>. Vivía con su hermana, y <strong>los</strong> dos se hicieron peregrinos.<br />

Con el tiempo Wajari visitó a muchos blancos y jugó con las mujeres<br />

blancas y Tchejeru con <strong>los</strong> hombres blancos. Pero se tuvieron que ir <strong>de</strong><br />

todas partes, pues <strong>los</strong> blancos se enojaron con Wajari y lo apresaron.<br />

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