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Cuentos y mitos de los piaroa

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<strong>Cuentos</strong> y <strong>mitos</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>piaroa</strong><br />

41. Lamento<br />

te traía y te tenía constantemente. Le di jugo <strong>de</strong> madyuha para que se<br />

curara.<br />

Aquí, en la montaña Keriña tu tío tuvo una hija, la niña lo hizo feliz.<br />

Le dije:<br />

—¿Ves? Ya tienes hija.<br />

Pero ya la niña se murió, se murió. ¡Qué feliz estaba con ella! Luego<br />

tu tío la enterró bajo las rocas <strong>de</strong> la Keriña.<br />

Estoy triste por esa niña. Yo soy buena <strong>piaroa</strong>, pero a menudo estoy<br />

triste, lloro todos <strong>los</strong> días. Todos <strong>los</strong> días bebo mis lágrimas. Siempre<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l ocaso tengo la garganta seca, duermo mal.<br />

Mi nieto, déjame contarte qué triste y qué mal duermo. Porque tu<br />

madre te mandó a la ciudad para que fueras a la escuela. Mientras estabas<br />

por allá yo estaba triste día y noche. Tu madre me dijo:<br />

—Mando a mi hijo a la ciudad para que estudie.<br />

Pero yo le respondí:<br />

—Cuando todavía ese niño era chiquito, lo tenía en mis brazos toda<br />

la noche y siempre dormía triste.<br />

Tu madre dijo:<br />

—Pero tú nunca lo tuviste en tus brazos.<br />

Y yo le respondí:<br />

—Yo siempre lo llevaba cargado y no lo <strong>de</strong>jaba ir por el suelo. Todas<br />

las noches me quedaba con el niño.<br />

Tu padre nunca le dio a beber <strong>de</strong>l agua soplada. A otros sí que les dio.<br />

Y le dije:<br />

—Dale agua al hijo <strong>de</strong> mi hija.<br />

Tu padre respondió:<br />

—No le quiero dar agua.<br />

Y si ese niño se muere, no me quedaré aquí mucho tiempo.<br />

Mi esposo me dijo que cuidara al niño. Tu abuelo me dijo que me<br />

ocupara <strong>de</strong>l niño. Pero ahora ya no me siento capaz, pues ya no me<br />

quedaré mucho tiempo en la tierra.<br />

Tu abuelo me dijo:<br />

—Si ese niño se muere, pue<strong>de</strong>s quedarte con el esposo <strong>de</strong> tu hija.<br />

Pero yo te digo que no seguiré viviendo si el niño se muere. Por eso<br />

es que estoy tan triste.<br />

No soy <strong>de</strong> aquí y si el niño se muere, me voy al Alto Sipapo, allá<br />

don<strong>de</strong> antes, hace cuarenta años, vivía mi pueblo.<br />

Hace mucho tiempo un hombre le dijo a mi madre:<br />

—Yo puedo salvar a todo el mundo, menos a mi hijo. Soy curan<strong>de</strong>ro,<br />

¡mas no puedo salvar a mi propio hijo!<br />

Un matrimonio quedó muy afligido cuando se les enfermó el hijo. El<br />

curan<strong>de</strong>ro vino, pero dijo que no era capaz <strong>de</strong> curar al muchacho, puesto<br />

que le dio la enfermedad <strong>de</strong> <strong>los</strong> primitivos, es <strong>de</strong>cir, <strong>los</strong> marimus. Eso fue<br />

lo que dijo la gente.<br />

¡El niño murió! Y en vano dijo antes el curan<strong>de</strong>ro que él lo cura todo<br />

y es pensador y que lo sabe todo. ¡Pero no fue capaz <strong>de</strong> impedir la muerte<br />

<strong>de</strong>l muchacho! Y vino la gente a verlo, y le preguntaron ¿por qué se murió<br />

el muchacho? ¡Dijiste antes que lo sabes todo! le dijeron al curan<strong>de</strong>ro,<br />

pero él no hizo más que callar.<br />

Mi madre oyó <strong>de</strong>cir a un viejo:<br />

—Yo no soy <strong>de</strong> por aquí. Yo vine <strong>de</strong>l territorio <strong>de</strong>l Umenaraa, <strong>de</strong>l<br />

Paruajera, <strong>de</strong>l Jakaedu. Y lo dijo muy triste. También mi padre anduvo<br />

por ahí. Yo no anduve por allá por don<strong>de</strong> mi padre, pero por todas partes<br />

vivían primitivos. Aunque sé muchas cosas, no sé cómo es que hay que<br />

salvar a la gente <strong>de</strong> <strong>los</strong> primitivos. Cuando mi hijo murió, pensé muchísimas<br />

cosas. Sé todo lo que <strong>los</strong> primitivos hacen, porque <strong>los</strong> he visto.<br />

También sé cómo jugaban <strong>los</strong> primitivos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l Aratteba Ruwo<strong>de</strong>.<br />

Yo también jugué con el<strong>los</strong>. Tenían cigarros y fumé con el<strong>los</strong> también. El<br />

Aratteba Ruwo<strong>de</strong> y el Morojejadyou Chedyela Wokomi son el centro <strong>de</strong>l<br />

mundo. Estuve por allá por el cielo, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> primitivos jugaban, don<strong>de</strong><br />

está el centro <strong>de</strong>l mundo. Fui por allá con el pensamiento.<br />

Parakepajare, también vi este lugar cuando volví hacia él la mirada.<br />

Cuando <strong>de</strong>jé este lugar estaba casi como <strong>los</strong> primitivos, mas ni siquiera<br />

soy capaz <strong>de</strong> salvar vidas, al igual que <strong>los</strong> primitivos.<br />

Eso fue lo que dijo mi madre. Eso fue lo que oí, lo que dijo mi madre<br />

sobre lo que ella había oído.<br />

Y el viejo dijo:<br />

—Yo sé cómo hay que salvar vidas, pero no sé cómo mantener con<br />

vida a mi hijo.<br />

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