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Cuentos y mitos de los piaroa

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<strong>Cuentos</strong> y <strong>mitos</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>piaroa</strong><br />

36. Historia <strong>de</strong> ahora<br />

Siguieron avanzando, luego el muchacho se <strong>de</strong>tuvo para tomar agua.<br />

La muchacha no quería, pero el muchacho le pidió:<br />

—Bebamos juntos, pues esta es agua sagrada.<br />

—Está bien –dijo la niña.<br />

Y bebieron juntos, luego se volvieron a montar en la bicicleta.<br />

Andarían unos diez kilómetros cuando se bajaron a <strong>de</strong>scansar y luego<br />

siguieron viaje otra vez.<br />

De nuevo lo aturdió el penetrante olor:<br />

—¡Tienes tanta peste! ¿Qué te pasa? –le preguntó el muchacho.<br />

—Ya te dije –respondió la muchacha– que me restregué en el pelo<br />

mis manos embarradas <strong>de</strong> pescado.<br />

—Lo mejor será si te pelamos al rape –propuso el muchacho.<br />

La muchacha protestó:<br />

—Tengo el pelo limpio. Era un chiste lo que dije <strong>de</strong>l olor a pescado.<br />

El muchachito, sin embargo, no cesaba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir:<br />

—Mejor si te lo cortamos ahora mismo. Aquí tengo una tenaza, con<br />

esa también lo po<strong>de</strong>mos cortar.<br />

—No, no me lo pue<strong>de</strong>s cortar –protestó la muchacha.<br />

La muchacha tampoco se quedó al otro día en la churuata <strong>de</strong> sus<br />

padres. Pero no se encontró con el muchacho, porque este escogió otro<br />

sen<strong>de</strong>ro.<br />

El muchachito anduvo durante horas, exactamente ocho kilómetros.<br />

Se encontró con otro muchacho que llevaba un animal. El animal se<br />

llamaba kohua, el murciélago.<br />

—¿Qué haces aquí? –le preguntó el primer muchacho.<br />

El otro le respondió así:<br />

—Estoy haciendo un trabajito a <strong>los</strong> americanos, les estoy atrapando<br />

murciélagos.<br />

—¿Y trabajas <strong>de</strong> día? –le preguntó el <strong>de</strong> la bicicleta.<br />

—No –respondió el otro–. Trabajo <strong>de</strong> noche hasta las cinco <strong>de</strong> la<br />

mañana.<br />

Entonces apareció la muchachita <strong>de</strong> once años.<br />

—Esa es la muchacha –dijo el <strong>de</strong> <strong>los</strong> murciélagos–. ¡Qué muchacha<br />

más bonita, más graciosa! Viene por aquí.<br />

Luego agregó:<br />

—Será mejor si la recibo solo.<br />

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—A mí no me recibas –dijo la muchacha–, solo ando por aquí.<br />

El otro indígena no respondió. Con furia se montó en la bicicleta.<br />

El <strong>de</strong> <strong>los</strong> murciélagos se quedó allá y preparó una red muy larga.<br />

En la red se quedaban prendidos <strong>los</strong> murciélagos. Cayó la tar<strong>de</strong>, serían<br />

como las diez. Regresó el <strong>piaroa</strong> <strong>de</strong> la bicicleta y le preguntó al otro<br />

muchacho que alumbraba con una linterna (la batería tendría unos diez<br />

kilogramos):<br />

—¿Cómo pue<strong>de</strong>s resistir este peso tan gran<strong>de</strong>? Yo también tengo linterna,<br />

es mas, mi bicicleta también tiene linterna. ¿Cómo pue<strong>de</strong>s resistir<br />

este peso?<br />

El otro respondió:<br />

—Tengo un morral don<strong>de</strong> acostumbro llevar pan, y ahí la llevo.<br />

—¿Para qué quieres el morral?<br />

—Para poner <strong>los</strong> animalitos apresados, <strong>los</strong> murciélagos.<br />

—Pues entonces regálame veinticinco carteras –le pidió el<br />

muchacho.<br />

El <strong>de</strong> <strong>los</strong> murciélagos dijo que no.<br />

—No te puedo regalar ni una sola cartera, pues las recibí para el<br />

trabajo, para la caza <strong>de</strong> murciélagos.<br />

De nuevo la muchacha pasó por allá. Y el <strong>de</strong> <strong>los</strong> murciélagos le dijo:<br />

—Ven acá, te daré un bocadito muy sabroso.<br />

Pero la muchacha no quiso nada. Él mismo insistió:<br />

—La muchacha no quiere la comida, tan sabrosa como está. Lo mejor<br />

será si se queda conmigo y trabajamos una media hora.<br />

Y el <strong>de</strong> la bicicleta dijo:<br />

—Yo no quiero trabajar, mejor me acuesto. Y lo mejor sería si la muchacha<br />

hiciera lo mismo. ¡Durmamos juntos!<br />

La muchacha protestó y el cazador <strong>de</strong> murciélagos tampoco quería<br />

que la muchacha durmiera con el otro.<br />

Pero solo estaba bromeando pues el <strong>de</strong> la bicicleta no tenía ni chinchorro<br />

ni manta con qué taparse.<br />

La muchacha se dispuso a dormir, se acostó al lado <strong>de</strong> un perro. El<br />

cazador <strong>de</strong> murciélagos tenía dos chinchorros, uno se lo ofreció, pero la<br />

muchacha no tuvo ganas <strong>de</strong> acostarse en él. El muchacho <strong>de</strong> la bicicleta<br />

se fue a un almacén y se acostó a dormir allá solo. Al amanecer se montó<br />

en la bicicleta y se fue.<br />

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