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Cuentos y mitos de los piaroa

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15. Redyo y la tortuga<br />

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15. REDYO Y LA TORTUGA 9<br />

En aquella época vivían en la selva muchos <strong>piaroa</strong>. Pero no solamente<br />

vivían <strong>los</strong> indígenas, sino también Redyo, el que se comía a todos <strong>los</strong><br />

hombres. Y también la tortuga habitaba en la selva.<br />

Una vez Redyo le dijo al indígena: “Ven conmigo al conuco a recoger<br />

batata”.<br />

—Está bien, vamos, pero mejor a recoger fruta <strong>de</strong> seje.<br />

Sabía que era costumbre <strong>de</strong> Redyo matar a las mujeres. Pero el indígena<br />

estaba consciente <strong>de</strong> que era la esposa <strong>de</strong> Redyo la que acostumbraba<br />

matar a <strong>los</strong> hombres; por eso fue a pedirle consejo a la tortuga. La<br />

tortuga propuso lo siguiente: “Si vas a la selva, lleva contigo un bejuco y<br />

prepáralo bien. Corre, apúrate y sube a las palmeras <strong>de</strong> seje, porque si<br />

vas <strong>de</strong>spacio, te matarán”.<br />

—Está bien –respondió el hombre y se a<strong>de</strong>ntró en la selva.<br />

Al llegar al palmar, se subió a una palmera y se puso a esperar. Al<br />

poco rato llegó la esposa <strong>de</strong> Redyo y lanzó un palo hacia arriba.<br />

—Me quiere matar –dijo el indígena.<br />

—¡Oh, qué va! –respondió la esposa <strong>de</strong> Redyo–. Solamente tiré el<br />

palo para tumbar <strong>los</strong> racimos <strong>de</strong> frutas.<br />

El hombre arrancó <strong>los</strong> racimos.<br />

—Tíra<strong>los</strong> –le dijo la esposa <strong>de</strong> Redyo–, no <strong>los</strong> vayas a probar, pues<br />

son muy amargos.<br />

9 El único cuento que nos relató una mujer (Carmen Solano, la esposa <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> nuestros<br />

intérpretes, <strong>de</strong> Joaquín Solano, el<strong>los</strong> viven junto al caño Temblador). (Unas palabras<br />

al cuento: la figura central es Redyo, ser que figura en varios <strong>mitos</strong> <strong>piaroa</strong> que<br />

también tiene papel en la danza <strong>de</strong> máscaras. Es un espíritu <strong>de</strong> la selva, frecuentemente<br />

es fuente <strong>de</strong> peligros, el meñé-ruwä protege su comunidad con una piedra especial<br />

(Redyo-idoki). Tiene varias formas, al traducir su nombre emplearon tres expresiones:<br />

huérfano, monstruo y diablo.<br />

—Lo mejor será si <strong>los</strong> <strong>de</strong>jo caer poco a poco –pensó– y se inclinó<br />

hacia abajo.<br />

Pero la mujer, la esposa <strong>de</strong> Redyo, quería atraparlo. Él colgando a una<br />

altura como <strong>de</strong> dos a tres metros, <strong>de</strong> repente soltó el racimo que cayó<br />

sobre la esposa <strong>de</strong> Redyo, exactamente sobre su cabeza.<br />

La esposa <strong>de</strong> Redyo se fue <strong>de</strong> lado y pereció <strong>de</strong> muerte horrible.<br />

¡Y el hombre se salvó! Poco <strong>de</strong>spués entró en la madriguera <strong>de</strong> Kjeni<br />

la tortuga. La tortuga le dijo: “Sácale el hígado y cocínalo para que Redyo<br />

se lo coma. Él vendrá más tar<strong>de</strong>, seguramente por la tar<strong>de</strong>”.<br />

Cocinó el hígado con mucha pimienta.<br />

Y <strong>de</strong> verdad vino Redyo y se comió el hígado.<br />

—Yo me comí mi parte –dijo y luego se echó a reír–. Ay, ay, ay –dijo–.<br />

Porque la pimienta picaba. Redyo pidió agua.<br />

—No traje agua –dijo el indígena–, mejor será que tú mismo vayas<br />

al caño.<br />

La tortuga habló:<br />

—En cuanto Redyo regrese y entre por la puerta, agárralo y rómpele<br />

la cabeza, pues si no te matará.<br />

Así pasó, Redyo entró por la puerta, el indígena lo agarró por <strong>de</strong>trás<br />

y le dio un fuerte golpe en la nuca. Y Redyo murió al igual que la esposa.<br />

Con un ramo <strong>de</strong> espinas le pincharon la barriga, las piernas, <strong>los</strong> brazos. Y<br />

hasta le echaron encima el palo <strong>de</strong>l sebucán.<br />

—Me voy –dijo el hombre.<br />

—Quédate un ratico más –dijo la tortuga. Si te vas ahora, vendrá<br />

otro Redyo y te comerá. Mejor si esperas un ratico. Yo te avisaré cuando<br />

podamos salir.<br />

Más tar<strong>de</strong> la tortuga dijo:<br />

—Súbeme a tu espalda y te diré por don<strong>de</strong> vamos.<br />

Casi enseguida llegaron al conuco <strong>de</strong> la tortuga y entonces el animal dijo:<br />

—Ahora siémbrame todo un claro <strong>de</strong> túpiro y tráeme <strong>los</strong> frutos a mi<br />

madriguera.<br />

Pasó un tiempo y el indígena le llevó como cuarenta túpiros a la<br />

tortuga.<br />

—Ven a visitarme <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cinco meses –dijo la tortuga.<br />

Obe<strong>de</strong>ció el indígena y visitó <strong>de</strong> nuevo a la tortuga. Kjeni lo estaba<br />

esperando en el conuco. Ahora le dijo <strong>de</strong> nuevo al hombre:<br />

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