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<strong>Cuentos</strong> y <strong>mitos</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>piaroa</strong><br />
—¡Aquí en este lugar me alcanzaron por fin <strong>los</strong> enanos malignos y<br />
me van a matar!<br />
4.<br />
Un <strong>piaroa</strong> <strong>de</strong>cidió ir a recoger hormigas rojas. Y salió para ver la casa<br />
<strong>de</strong> las hormigas.<br />
Por el camino se encontró con un enano que le preguntó:<br />
—¿Cómo están las hormigas?<br />
—Bien –respondió el hombre–. Las hormigas rojas están bien. Dentro<br />
<strong>de</strong> poco saldrán volando.<br />
Luego siguieron conversando.<br />
El <strong>piaroa</strong> dijo:<br />
—Tan chiquito que eres y lo gruesa que tienes la voz –y le dio un<br />
golpe en la frente al enano–. ¡Sé que me quieres matar, pero yo soy quien<br />
te mataré!<br />
El enano se <strong>de</strong>fendió, agarró un palo <strong>de</strong>l grueso <strong>de</strong> un brazo, pero el<br />
hombre salió corriendo y se escondió en un árbol. El enano creyó que se<br />
había escondido en la oquedad <strong>de</strong>l árbol y tapó la abertura.<br />
Pero el <strong>piaroa</strong> <strong>de</strong>scubrió un pequeño agujerito como a la mitad <strong>de</strong>l<br />
árbol, se escabulló a través <strong>de</strong> él y con una liana se <strong>de</strong>jó caer al suelo.<br />
Mientras tanto el enano se encontraba acechando tras otro árbol y<br />
recogió las hormigas más venenosas para echárselas al indígena.<br />
—Pues así me quiere matar –pensó el hombre–, pero esto no me lo<br />
hace a mí.<br />
Y se escapó corriendo.<br />
De jovencito se había encontrado ya una vez con el enano, acostado<br />
bajo un palo. Aquella vez el enano le puso una zancadilla al hombre y<br />
luego le pidió que lo curara.<br />
—No, a ti no te curaré –dijo el <strong>piaroa</strong>, llorando <strong>de</strong> dolor–. ¡Mejor será<br />
que te mueras!<br />
El enano dijo:<br />
—Yo no me muero, sé como ayudarme a mí mismo.<br />
Y por fin se curó, y con la ayuda <strong>de</strong> las hormigas quiso vengarse.<br />
156<br />
36. HISTORIA DE AHORA<br />
Había una vez una muchacha que <strong>de</strong>jó la churuata <strong>de</strong> sus padres y se<br />
tomó el sen<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> la selva; un muchachito <strong>de</strong> unos ocho años también<br />
estaba en camino.<br />
—¿Para dón<strong>de</strong> vas? –le preguntó el muchachito.<br />
—Aquí cerca no más –respondió la niña.<br />
—¿Por qué no vas más lejos? –continuó el chico.<br />
Pero la muchacha siguió diciendo que solamente iba por ahí cerquita.<br />
El muchachito la acompañó hasta el final <strong>de</strong>l camino. Encontraron<br />
una bicicleta y se sentaron arriba <strong>de</strong> ella. El muchacho no podía impulsarse<br />
más, por lo que le pidió a la niña:<br />
—No te muevas pues nos caeremos en el hueco.<br />
La niña le respondió:<br />
—No, no nos po<strong>de</strong>mos caer.<br />
—¿Por qué no? –preguntó el muchacho, pero no obtuvo respuesta–.<br />
Agárrate pues nos caemos, nos vamos a <strong>de</strong>speñar.<br />
Siguieron andando y <strong>de</strong> repente el muchacho sintió un olor muy<br />
<strong>de</strong>sagradable, como si hubiera algún animal muerto cerca. Tal vez una<br />
serpiente, esa suele tener tanta peste. Le preguntó a la muchacha:<br />
—¿Por qué tienes tanta peste?<br />
La muchacha le respondió:<br />
—Mi familia apresó muchos pescados y comimos mucho. Y <strong>de</strong>spués<br />
no me lavé las manos, solo me las pasé por el pelo.<br />
—¿Por qué lo hiciste?<br />
—Esa es la costumbre en mi familia –dijo la niña.<br />
—Si alguna vez comes pescado, <strong>de</strong>spués lávate siempre las manos<br />
–dijo el muchacho.<br />
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