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Saer, Juan José – Nadie nada nunca - Lengua, Literatura y ...

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cuatralvo había sido el único animal que tenía un pobre viejo, un criollo que vivía<br />

cerca de Cayastá. Casi le saltaron las lágrimas cuando fue a hacer la denuncia.<br />

Según él, y al parecer era verdad, porque se trataba de un hombre muy pobre pero<br />

muy respetado, que había trabajado hasta hacía muy poco en el matadero del<br />

pueblo y que vivía de su pensión, no podía tratarse de una venganza porque que él<br />

supiese nadie por esos lados había tenido <strong>nunca</strong> el más mínimo problema con él. El<br />

asesino había matado al caballo en un potrerito que se encontraba a unos pocos<br />

metros de la casa, durante la madrugada. Como el viejo era muy sordo y a esa hora<br />

dormía —su mujer pasaba la noche en el rancho de una hermana enferma— no<br />

había oído <strong>nada</strong> y recién descubrió el cuerpo del caballo a la mañana siguiente,<br />

cuando se disponía a ensillarlo para ir al pueblo, justamente a cobrar su pensión.<br />

En lugar de eso, debió ir a pie hasta Cayastá a hacer la denuncia. El comisario de<br />

Cayastá, un tal Lorenzo, ni siquiera se molestó en ir a ver al animal; le hizo tomar<br />

declaración al viejo por un sumariante y clausuró el caso. Pero esa misma noche,<br />

otro caballo fue asesinado, esta vez en la Vuelta del Dorado, es decir, a mitad de<br />

camino entre Santa Rosa y Cayastá. Dos caballos en veinticuatro horas ya era<br />

demasiado y empezaron a correr rumores por toda la costa. Se murmuraban las<br />

cosas más absurdas: que había una peste que los caballos transmitían y que no<br />

quería decirse <strong>nada</strong> para no alarmar a la población, que era una serie de actos<br />

criminales que la misma policía realizaba como pretexto para meter en la cárcel a<br />

algunos habitantes de la región que no estaban de acuerdo con el gobierno, e<br />

incluso que había un grupo de revolucionarios que hacía maniobras en los campos<br />

de la costa y que mataba a los caballos por accidente. Otros rumores decían que<br />

alguien había matado un caballo en La Toma para vengarse de su propietario, y<br />

que después se había visto en la obligación de matar los otros dos con el único<br />

objeto de alejar las sospechas de su persona. Teniendo en cuenta la distancia que<br />

había entre los distintos puntos en que se habían cometido los crímenes, mucha<br />

gente afirmaba que el asesino, para desplazarse, tenía sin lugar a dudas que valerse<br />

de un auto. Pero esa opinión no se justificaba. Si bien La Toma, por hallarse<br />

ubicada entre Rincón y Colastiné, se encuentra bastante lejos de Cayastá (unos<br />

cincuenta kilómetros), la distancia que existe entre Cayastá y la Vuelta del Dorado<br />

es lo bastante corta como para poder cometer los dos crímenes en el mismo día sin<br />

necesidad de recurrir a un automóvil. Si por casualidad el asesino vivía en algún<br />

punto más o menos a mitad de camino entre los dos lugares, las posibilidades de<br />

desplazamiento eran relativamente fáciles. Podía hacerse en carro, a caballo, en<br />

bicicleta, en moto, e incluso en canoa, por el río. La distancia existente entre La<br />

Toma y Cayastá no contaba para <strong>nada</strong>, porque el asesino había tenido diez días<br />

para desplazarse de un lugar al otro. Fue cuando el cuatralvo del viejo del<br />

matadero apareció asesinado y empezaron a correr todos esos rumores, que el<br />

encargado de la tropilla del doctor Croce decidió volver a examinar la osamenta<br />

que blanqueaba en la isla. Descubrió en el cráneo los orificios de entrada y de<br />

salida de la bala y en seguida nomás mandó avisar a su patrón que vivía en la<br />

ciudad y se vino al día siguiente para la costa. Ya no había ninguna duda: de algún<br />

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