Saer, Juan José – Nadie nada nunca - Lengua, Literatura y ...
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mañana, hacía tres días de eso, él estaba en su casa lo más tranquilo cuando oyó<br />
golpear a la puerta y al salir a abrir se encontró con dos policías de civil que venían<br />
de la ciudad y que lo interrogaron cerca de dos horas. Le habían hecho un montón<br />
de preguntas, mirándolo fijo, y hasta le habían dado dos o tres empujoncitos. Pero<br />
él no sabía <strong>nada</strong>: él volvía siempre del criadero a su rancho sin ni siquiera pasar<br />
por el boliche a tomar una copa con los amigos los últimos días. Los policías de la<br />
ciudad se hablaban entre ellos cada vez que él contestaba a una pregunta, para<br />
decidir si consideraban lo que él acababa de decir como verdadero o como falso.<br />
Insistían mucho con lo de los forasteros. Querían saber a toda costa si había visto<br />
personas extrañas, personas que no fuesen de la zona, mostrándose por el pueblo<br />
en auto o a pie. El no había visto a nadie. Al fin, como a eso de las doce, los dos<br />
pesquisas se habían ido. Eso había sido el martes a la mañana, en que justo no<br />
había ido al criadero porque iba haber ese día una inspección y él no estaba<br />
declarado al Departamento de Trabajo. Martes a la noche, entonces, miércoles a la<br />
noche y, paf, jueves a la noche otro caballo que amasijan. ¿Se daba cuenta? Era por<br />
eso que esa mañana todo había estado un poco alborotado en el pueblo: el jeep<br />
colorado iba y venía de una punta a la otra y el dueño del caballo<br />
Al advertir que el bañero ha elevado un poco la cabeza mirando en dirección<br />
a la casa blanca que se alza a sus espaldas, el hombre interrumpe su relato durante<br />
unos segundos, pero cuando sus ojos se encuentran fugaces con los de bañero, que<br />
ha vuelto a dirigirlos hacia los suyos, como para mostrarle que su atención está de<br />
nuevo disponible, el hombre sigue hablando y moviendo la cabeza de modo tal<br />
que las coladuras de luz que deja pasar el tejido de paja de su sombrero se<br />
proyectan, moviéndose sin parar, sobre su cara enjuta y socarrada.<br />
Es que el bañero ha visto, más allá de la cabeza de su interlocutor protegida<br />
por el sombrero de paja, salir, como de la pared frontal misma de la casa blanca, ya<br />
que la puerta, debido a la posición de la casa, no es casi visible, a su único<br />
habitante, vestido únicamente con un short de color indefinible y ahora, mientras<br />
su interlocutor retoma su relato, lo ve avanzar, lento y displicente, la cabeza gacha,<br />
el cuerpo tostado por el sol de todo el verano, atravesando la playa desierta, hacia<br />
el agua.<br />
...el dueño del caballo, en una mañana, había atravesado tres veces el pueblo<br />
a pie, yendo y viniendo a la comisaría. Se lo acababan de contar en el boliche a<br />
mediodía, al salir del criadero. El caballo de la noche anterior era un caballo<br />
blanco, el más hermoso animal de la región, que no tenía ni tres años, un animal<br />
que estaban preparando para el hipódromo de Las Flores. Igual que a los otros, lo<br />
habían dejado a la miseria, y al parecer la cosa se complicaba mucho porque el<br />
animal estaba asegurado. ¡Y pensar que él lo había visto el día antes nomás, a la<br />
tardecita, cuando lo traían de vuelta de varearlo, atravesando al trote corto las<br />
calles del pueblo desde el campo! Unas horas más tarde, el animal estaba tirado en<br />
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