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Saer, Juan José – Nadie nada nunca - Lengua, Literatura y ...

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los ojos para mirar, furtivo, por el rabillo, al Gato que se ha detenido junto a la<br />

orilla y, con las manos apoyadas en la cintura y los codos separados del cuerpo, ha<br />

levantado la cabeza y observa, en el silencio de la siesta, el centro del río.<br />

También el hombre de sombrero de paja y camisa blanca ha vuelto la cabeza,<br />

del mismo modo que el bañero, cuya expresión de aquiescencia se ha<br />

transformado en una ausencia total de expresión y ambos dirigen la mirada hacia<br />

el hombre rubio que va internándose de a poco, sin hacer ningún ruido, en el agua:<br />

desaparecen los tobillos, las rodillas, gran parte de los muslos y ahora, de golpe, el<br />

cuerpo ha tomado envión emergiendo primero hacia arriba e inclinándose después<br />

en dirección a la superficie, y se sumerge con violencia en el río, produciendo, en el<br />

silencio soleado de la siesta, un estruendo líquido y un tumulto de gotas que se<br />

desprenden un momento de la masa líquida, brillan fugaces en el aire, y vuelven a<br />

caer.<br />

Bajo la sombra polvorienta del árbol que los protege de la luz de febrero, el<br />

mes irreal, los dos hombres miran al río, en el que ondas concéntricas van<br />

ensanchándose, ensanchándose hacia las orillas, hasta que, de un modo violento, la<br />

cabeza del Gato emerge a la superficie vacía chorreando agua, la nuca hacia la<br />

playa y la cara frente a la isla baja, polvorienta, calci<strong>nada</strong>.<br />

La cabeza vuelve a desaparecer bajo el agua y en su ausencia nuevas ondas<br />

concéntricas van ensanchándose cada vez con mayor rapidez hacia las orillas<br />

todavía estremecidas por las primeras.<br />

Esta historia de caballos ha alterado toda la costa, dice el hombre del<br />

sombrero de paja. Al hablar sacude la cabeza y las manchitas de sol que se cuelan<br />

por entre la fronda calci<strong>nada</strong> y por entre los intersticios del sombrero se mueven<br />

sobre la cara estricta y socarrada, y sobre la camisa blanca. Ha de haber, responde<br />

el bañero, mucho de política en todo eso. El hombre del sombrero de paja sacude la<br />

cabeza. mientras el bañero intenta repetir, sin conseguirlo, su afirmación. No, dice el<br />

hombre del sombrero de paja, es como una peste que se apodera de los hombres y<br />

que mata, por interpósita persona, a los caballos. Cuando está diciendo "por<br />

interpósita persona", a varios metros de distancia, en el río, la cabeza del Gato<br />

emerge a la superficie, sacudiéndose y chorreando agua, la cara en dirección a la<br />

playita desierta esta vez, a los dos hombres que conversan bajo el árbol, a la casa<br />

blanca.<br />

El bañero ha percibido su indecisión al verlo salir del río, chorreando agua,<br />

agitando con los pies ágiles, aunque lentos, el agua color caramelo, los brazos<br />

estirados a lo largo del cuerpo. Al verlo venir hacia ellos, observa sutilmente, y casi<br />

al mismo tiempo, el bañero, el hombre del sombrero de paja ha quedado inmóvil,<br />

rígido, en una actitud ceremoniosa, característica del hombre de campo ante la<br />

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