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Y es que la existencia de Monk estaba estrechamente unida a la de Doc,<br />

venía estándolo desde hacía muchos años; pero Doc estaba muerto.<br />

Muerto a pesar de ser un sabio, un ser dotado de sobrehumanas<br />

cualidades, héroe de mil aventuras asombrosas. Con todo, acababa de<br />

perecer en una tumba de acero, situada a setenta pies de la superficie del<br />

océano.<br />

Monk pensó así y la idea le puso de un humor tan fúnebre que no<br />

<strong>com</strong>prendía la necesidad de seguir viviendo.<br />

Él y Ham, fueron colocados, bajo la vigilancia de las ametralladoras, en un<br />

diminuto departamento del sumergible y allí se les despojó de los trajes<br />

impermeables.<br />

Tan pequeño era el departamento, que tuvieron que sentarse, hombro con<br />

hombro, entre dos armarios. Ni para el más bajo de Los Cráneos Plateados<br />

parecía haber sitio en el submarino.<br />

Increíblemente estrecho y reducido llevaba, sin embargo, gran cargamento<br />

de seres humanos... si así podía llamarse a Los Cráneos Plateados.<br />

A Pace y Mac Coy los llevaron a otro departamento o por lo menos ni Monk<br />

ni Ham volvieron a verles después de entrar en el sumergible.<br />

Lo que sí divisaron fue un gran bote de metal que los bandidos<br />

introdujeron por la escotilla de aire del «Helldiver».<br />

Unido al bote iba un aparato de relojería. Monk y Ham reconocieron al<br />

punto aquel artefacto: era una mina del tipo empleado por los guardacostas<br />

para la destrucción de buques abandonados.<br />

Al propio tiempo adivinaron el uso a que se le destinaba.<br />

Después Los Cráneos Plateados penetraron en su sumergible y se quitaron<br />

los trajes impermeables. Componían un grupo gozoso por demás.<br />

De entre ellos algunos se despojaron de las capuchas. Sus rostros<br />

revelaban que tenían una cosa en <strong>com</strong>ún: la depravación, Ésa, asomaba a<br />

los ojos de todos.<br />

Se abrió una llave que cortó la corriente de los electroimanes y el<br />

submarino se elevó un poco, sin llegar hasta la superficie y partió.<br />

Por el sonido de los motores, Monk y Ham se dieron cuenta de que iban a<br />

toda marcha y <strong>com</strong>prendieron el motivo. El motivo era la mina que dejaban a<br />

sus espaldas.<br />

De allí a poco estalló y la conmoción hizo tambalearse al submarino y gemir<br />

a sus planchas de acero.<br />

Simultáneamente entró Ull en la pieza y les miró sonriendo.<br />

-Esa explosión acaba de hacer volar sumergible-les dijo-, y en él el cadáver<br />

de Doc Savage.<br />

Se quitó la capucha, que probablemente dificultaba su respiración, y su<br />

acción pareció de malísimo agüero a los dos prisioneros.<br />

Ull no les hubiera mostrado el rostro si creyera que ellos iban a vivir para<br />

denunciarle a la justicia.<br />

Su semblante les dejó sorprendidos, sin embargo. Nada, en él permitía<br />

adivinar la maldad que le ocultaba detrás, ni siquiera la mirada. Era un<br />

rostro redondo, de expresión amable y tranquila.<br />

Sus ojos castaños eran de suave mirada y la barbilla pequeña y redonda se<br />

dividía de manera que formaba, un hoyuelo.<br />

Ull miró sosegadamente a Monk y Ham.<br />

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