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-¿Y usted, Pace? ¿Cómo está?<br />

-Pues sigo sin <strong>com</strong>prender por qué, pero ¡no estoy asustado!-le respondió el<br />

perito.<br />

-Manteneos separados de esos tunantes mientras yo busco la ocasión de<br />

inutilizar sus electroimanes.<br />

No encendió enseguida el soplete para que no se descubriera su presencia<br />

en la negra nube que, ahora, invadía el mar en torno. Y mientras avanzaba<br />

penosamente por el lecho arenoso del océano, pensaba que se hallaba<br />

metido en un mar de tinta.<br />

Pero la noche, se decía, molestaría a Los Cráneos Plateados y les<br />

mantendría pegados al submarino. AL colocarse entre los dos sumergibles,<br />

estrechamente unidos, alargó el brazo y palpó una pared. Entonces hinchó<br />

de aire el traje impermeable y se elevó un poco.<br />

AL instante descubrió uno de los electroimanes.<br />

Apoyó la cabeza revestida del casco transparente en el costado de acero, del<br />

submarino. De esta manera y dado que se le acercaran los buzos enemigos,<br />

podría oír el sonido apagado de sus pasos antes de que se le echaran<br />

encima.<br />

En lugar de sostener el soplete en la mano, lo colocó sobre el casco del<br />

submarino en posición tal, que su llama lamiera la cubierta del electroimán<br />

sin que él lo sostuviera.<br />

Ello era <strong>com</strong>o vía de precaución, pues el instrumento podía originar un<br />

cortocircuito a través del arrollamiento, y aquél originaría una sacudida<br />

mortal de la corriente.<br />

De allí a poco surcó el mar color sepia una deslumbrante llama azul. Era<br />

que ardían los alambres arrollados del electroimán.<br />

Una vez acabada la operación bajó junto al casco envuelto por densa<br />

oscuridad, resistiendo la presión de las aguas con suavidad, y halló el<br />

siguiente electroimán. Entonces repitió el proceso indicado, manteniendo<br />

siempre pegado al casco del submarino su yelmo transparente.<br />

E hizo bien en no descuidarse, porque de lo contrario hubiera, dejado de oír<br />

el ruido de pasos que se acercaban rápidamente. Unos zapatos de goma<br />

ascendían el puente y a juzgar por los roces que se producían, otros buzos<br />

trataban también de escalar la escotilla,<br />

Doc aguardó. Los Cráneos Plateados se aproximaban.<br />

Luego, Doc apagó el soplete y se lo metió en el bolsillo. Entonces se alejó de<br />

allí. Tras de bajar un poco a lo largo del casco del submarino, se separó de él<br />

y se dejó hundir en la arena.<br />

Antes de que lograse recuperar el equilibrio, la corriente del océano le llevó<br />

junto al «Helldiver». A tientas ascendió y se arrastró por el puente.<br />

-¡Monk! ¡Ham!-llamó por el micrófono-. Entrad en el «Helldiver» con Pace y<br />

Mac Coy.<br />

Buscó la entrada de la escotilla de escape y poco después con sordo<br />

impacto y entre burbujas de aire expelido, sus cuatro <strong>com</strong>pañeros llegaron,<br />

también, junto a la escotilla.<br />

Doc cerró la cámara de ésta, dio salida al agua que en ella entrara, y<br />

penetró en el interior del «Helldiver». Sin detenerse a despojarse del traje<br />

impermeable corrió al cuarto de las máquinas.<br />

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