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Desde la ventana miró a la calle, separada de él por los cuarenta pisos de<br />
altura del edificio. Desde aquella elevación parecían hormigas los peatones<br />
que transitaban por debajo.<br />
Por lo general, Winthrop disfrutaba con aquel espectáculo. Le agradaba<br />
imaginar tan pequeña a la humanidad. Sin embargo, en esta ocasión le hizo<br />
estremecer.<br />
Una niebla de las usuales en Nueva York se cernía sobre las calles y plazas<br />
de la ciudad, más espesa allá sobre el vecino “East River”, menos densa<br />
aquí, en el sector de Wall Street.<br />
Winthrop tornó a estremecerse y tiró del cordón que cerraba las tablillas<br />
movibles de la persiana veneciana. Sentóse ante la mesa escritorio, acercó a<br />
sí el aparato telefónico y, con dedo tembloroso, marcó un número en el<br />
disco.<br />
La primera vez se equivocó por un exceso de nerviosidad, pero la segunda<br />
vez acertó. Antes de hablar, sin embargo, consultó la hora en un lujoso<br />
cronómetro que extrajo de uno de los bolsillos interiores de la americana y<br />
vió que faltaban escasamente unos minutos para las cuatro.<br />
Evidentemente reconoció la voz que sonaba al otro lado de la línea, porque<br />
no se mencionó nombre alguno en la conversación.<br />
-Bueno, ha pasado el plazo fijado-dijo con voz temblorosa.<br />
El otro no contestó inmediatamente y Paine Winthrop iba a repetir la frase,<br />
pero entonces llegó a sus oídos una voz ronca, irritada, que le respondió<br />
muy bajo:<br />
-Winthrop, no desperdicie la ocasión que se le ofrece de labrar una fortuna.<br />
Puede usted ser uno de los hombres más ricos del mundo.<br />
-¡Hum! No deseo sentarme en la silla eléctrica-repuso Paine.<br />
-Oiga, Winthrop; ya le he explicado detalladamente...-<strong>com</strong>enzó a decir la<br />
voz.<br />
-No perdamos tiempo-exclamó interrumpiéndole, el armador-. Se me acusa<br />
de dureza de alma y quizá sea un tirano y un sacamantecas, <strong>com</strong>o dicen,<br />
pero siempre me he mantenido dentro de la ley. Sé desde niño que no existe<br />
otra política mejor.<br />
La voz susurrante asumió un tomo amenazador al contestar:<br />
-Piense, Winthrop, que está más <strong>com</strong>prometido en el negocio de lo que cree<br />
y sepa que nos hemos valido de su astillero...<br />
Winthrop se estremeció violentamente <strong>com</strong>o si se sintiera herido en el<br />
corazón, pero su impasible semblante adoptó una expresión voluntariosa y<br />
resulta.<br />
-He sido engañado-confesó-. He creído que el navío construido en mis<br />
astilleros estaba destinado a un Gobierno extranjero y creo que lograré<br />
convencer de esto a las autoridades.<br />
-A lo que parece, he <strong>com</strong>etido un error confiándole a usted...-insinuó la voz.<br />
-Desde luego-exclamó Winthrop sin andarse con rodeos.<br />
-¿Por qué no habré puesto el asunto en manos de Los Cráneos Plateados?<br />
A la sola mención de aquel nombre Winthrop dejó caer sobre la mesa el<br />
auricular y miró en torno <strong>com</strong>o si le amenazara algún enemigo oculto en el<br />
despacho. Pero se rehizo al punto de la emoción experimentada.<br />
-Bueno, no hay más que hablar-notificó a su interlocutor-. Le he dado el<br />
tiempo suficiente para la dispersión de esa banda y para la destrucción de...<br />
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