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-¡Pues sí, lo es!<br />

El submarino navegaba. Avanzaba a poca velocidad. Era una suerte, pues<br />

de no haber sido así, Doc hubiera sido despedido, arrancado del punto que<br />

ocupaba. Iba sujeto a una anilla de amarre, sobre cubierta, esta es la<br />

verdad.<br />

De lo contrarío y pese a sus músculos vigorosos, no hubiera podido resistir<br />

el embate de las aguas. Es decir: tal vez les hubiera opuesto resistencia<br />

algún tiempo, pero al cabo, el destino le hubiera sido adverso, sobre todo al<br />

principio cuando el sumergible se apartó, a toda marcha, del «Helldiver» para<br />

escapar antes de que sobreviniese la explosión.<br />

Habíase librado de la muerte por asfixia que le amenazaba, sin gran<br />

esfuerzo, porque el agua era poco profunda en aquellos parajes y no le<br />

produjo grandes molestias.<br />

Había logrado llegarse hasta un armario del departamento donde<br />

desapareciera tras de despojarle Ull del aparato del oxígeno, y el movimiento<br />

no le costó gran cosa porque se sabía de memoria los menores escondrijos<br />

del «Helldiver» y, debido a una larga práctica, sabía contener la respiración<br />

por más tiempo seguido que la mayoría de los mortales.<br />

Del armario sacó un par de «pulmones» <strong>com</strong>puestos simplemente de tubos<br />

y una boquilla, de un purificador y depósitos de oxigeno, aunque no, desde<br />

luego, el casco y traje <strong>com</strong>plementarios. La colocación de aquellos pulmones<br />

no constituyó, pues, más problema que el de tragar determinada cantidad de<br />

agua salada. Por ello los llevaba.<br />

Lo que sí tuvo que hacer fue bajar la cabeza y proteger su semblante con<br />

ambos brazos cruzados, pues de otro modo le hubiera arrancado el agua los<br />

«pulmones». Por esta razón se había ligado también a la argolla.<br />

La subida sobre la cubierta del submarino no le había sido difícil, ya, que<br />

Los Cráneos Plateados le creían muerto.<br />

Claro que, desde luego, no era muy agradable viajar de aquel modo, porque<br />

el agua le sacudía con una espantosa violencia. Al propio tiempo le cortaban<br />

las carnes sus ligaduras y temía desfallecer al cabo para sumirse en un<br />

estado lamentable de insensibilidad, o perder los «pulmones» del equipo de<br />

buzo, cosa más desastrosa todavía.<br />

Para colmo, apenas podía mantener, los ojos abiertos. Así y todo, le dijeron<br />

las claras tonalidades que iba asumiendo el agua que ya no estaba muy lejos<br />

de la superficie.<br />

No cabía dudar de que el submarino seguía el camino indicado por las<br />

boyas de radio y el hecho de no estar ya tan hondo el submarino<br />

demostraba, sin ningún género de duda, que se aproximaba a la playa.<br />

Pronto aquella hipótesis se tornó realidad al sonar un rechinamiento. Doc<br />

aventuró una ojeada en torno y vio levantarse el periscopio.<br />

Es decir: en realidad no le vio. Le distinguió apenas, ya que estaba envuelto<br />

en los resplandores del sol que bañaba las aguas.<br />

A juzgar por aquella iluminación, la niebla debía haberse disipado ya.<br />

Los submotores se tornaron más y más silenciosos. El agua perdió parte de<br />

su fuerza de arrastre. AL cabo, el submarino sufrió leve sacudida y en torno<br />

de él se alzó el cieno. Había tocado fondo. Probablemente tenía reforzada la<br />

quilla para semejante ocasión.<br />

Así, su construcción era tan sólida <strong>com</strong>o la del destruido «Helldiver».<br />

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