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Su conductor, ligeramente lesionado saltó del interior a al calle y corrió por<br />
la acera gritando que le había sorprendido un terremoto. Luego del desastre,<br />
se sucedieron unos minutos de silencio casi absoluto.<br />
Tanta era la quietud que se percibió el zumbido de un aeroplano que volaba<br />
por encima del río y luego, al despegar el aparato, sonó, también en el río, la<br />
vibración del motor de una gasolinera.<br />
La presencia de un aeroplano y de una motora en el río, en aquellos<br />
momentos, llamó la atención de varias personas y más tarde debía asumir el<br />
hecho un significado particular.<br />
De pronto desapareció la tensión provocada por tan súbita catástrofe.<br />
Las mujeres chillaron y algunas se sintieron atacadas de histerismo. Las<br />
almas más estoicas escudriñaron la niebla con la mirada y repararon en el<br />
boquete abierto en el costado del edificio, precisamente en el punto que<br />
había ocupado recientemente el despacho de Winthrop.<br />
Los agentes de policía llegaron presurosos y gemían las sirenas de las<br />
ambulancias. El tumulto se hizo insoportable.<br />
CAPÍTULO II<br />
EL PLATEADO ARQUERO<br />
El edificio que albergaba las oficinas de la Compañía Naviera de Winthrop<br />
no era el más importante del sector de Wall Street, pero apenas escapaba al<br />
calificativo.<br />
Tejados ornamentaban la mayoría de sus rascacielos y asimismo un<br />
tejadillo ornaba aquel de que nos ocupamos. Debajo había una especie de<br />
estudio presuntuoso cuyas paredes de cristal proveían de luz y calor a su<br />
ocupante.<br />
La explosión había destrozado muchos de sus cristales. Milagro parecía que<br />
no hubiera derribado el estudio entero con la consiguiente pérdida de vidas<br />
humanas.<br />
Una de sus habitaciones contenía numerosos bancos de trabajo y sobre<br />
ellos se habían colocado diversos estantes sobre los cuales había<br />
innumerables tubos de ensayo, retortas, microscopios, probetas, manos de<br />
almirez y líquidos embotellados.<br />
Correcto es decir, en efecto, que “se habían colocado”, no que estaban<br />
colocados, ya que en su mayoría estaban en el suelo. Es más; parte de los<br />
líquidos derramados originaban pequeños incendios.<br />
Un ente original por demás se levantó de entre los vidrios rotos. Al hacerlo<br />
emitió un rugido y dio dos zapatetas en el aire, pues acababa de abrazarse<br />
levemente con el ácido que contenía uno de los frascos.<br />
El rugido y la manera que tenía el individuo de saltar le daban un parecido<br />
extraordinario con un simio gigante, con un furiosos orangután. Y su<br />
aspecto no desconocía esta impresión.<br />
Su frente era estrechísima, sus brazos gruesos y musculosos eran más<br />
largos que las piernas y su piel gruesa y velluda parecía erizada de clavos<br />
mohosos.<br />
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