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-Dejad a esa chiquilla-gritó ahora-. El amo desea sobre todo estas<br />

impresiones y no hay que arriesgarse a perderlas después del trabajo que<br />

nos ha costado sacarlas de la caja de caudales. ¡Atrás, os digo! Partamos de<br />

aquí antes de que alguno llame a la Policía.<br />

Sus hombres retrocedieron disparando sobre el montón de quillas.<br />

Saltando por encima del armazón de un barco a medio concluir, se dirigieron<br />

a la puerta, dando una vuelta <strong>com</strong>pleta en torno de un tractor, de una grúa<br />

y de otra maquinaria.<br />

Uno de ellos sacó una lámpara de bolsillo y se valió de su luz para la fuga.<br />

Por fin llegaron delante de la verja. Estaba cerrada.<br />

-¡Diantre! -exclamó Ull, y lanzó una mirada fulminante al pobre guarda que<br />

continuaba sin sentido-. ¡Creí que la habíamos dejado abierta!<br />

La pesada hoja de metal se aseguraba mediante una barra que la<br />

atrancaba ahora sólidamente, pero ellos la volvieron a quitar y salieron a la<br />

calle.<br />

Con frenética prisa se metieron en el Sedán azul.<br />

-Ahora vamos a casa de Gardner-ordenó Ull con su acento peculiar.<br />

El motor del coche vibró, vuelto a la vida, las llantas de goma patinaron<br />

sobre el húmedo asfalto y enseguida arrancó, bamboleándose.<br />

Densa sombra envolvía la verja y sus alrededores y los bandidos no se<br />

cuidaron de escudriñarla. Por ello dejaron de hacer un descubrimiento<br />

sensacional.<br />

La capa nebulosa de humedad pareció hincharse, condensarse y<br />

materializóse en una gigantesca, figura, de bronce. Esto ocurrió en un punto<br />

alejado unos quince pies del lugar donde había estado estacionado el coche.<br />

AL amparo de la noche y de la niebla, Doc había llegado junto a la verja<br />

antes que los bandidos, salió a la calle, y, cerrándola, se había ocultado<br />

donde ya hemos visto.<br />

La orden de Ull: «Ahora vamos a casa de Gardner» había llegado a sus<br />

oídos.<br />

Doc se había tomado el trabajo de ocultarse porque convenía que Los<br />

Cráneos Plateados continuaran albergando la convicción de que le habían<br />

matado en el departamento de Gilberto Stiles, el infortunado aviador.<br />

Hallar a sus dos hombres, Monk y Ham y rescatarlos, si es que vivían<br />

todavía, castigar el crimen <strong>com</strong>etido en ellos si por lo contrario hubieran<br />

muerto, era la inmediata tarea de Doc Savage.<br />

Y no era imposible que los mismos bandidos le proporcionaran los medios<br />

de poner en obra sus propósitos.<br />

Una vez más él podía seguirles mediante el aparato de dirección de la radio.<br />

Sin embargo, no emprendió en el acto la persecución. Retrocedió y volvió a<br />

entrar en los astilleros.<br />

Lorna Zane asomó, cautelosa, por detrás del montón de cascos, del cual<br />

salió, <strong>com</strong>o un cohete y dando saltos, «Rapid» Pace una vez la costa estuvo<br />

libre de enemigo.<br />

Venía agitando los brazos y hablando <strong>com</strong>o fonógrafo des<strong>com</strong>puesto, y<br />

enseñó a Doc el rasguño que había recibido en el hombro<br />

-Es vergonzoso, sí, vergonzoso, y un misterio también lo que está<br />

sucediendo. Un siniestro misterio, sí. El caso más...<br />

Sin hacerle caso, Doc preguntó a la señorita Zane:<br />

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