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Compañía. Su yate voló por los aires y <strong>com</strong>o murieron los dos en la<br />
catástrofe, se realizaron los proyectos de Gardner.<br />
-¡Toma!-dijo a voces, desde su asiento, Hugo Mac Coy-. Usted alude a la<br />
Compañía Oriental de pasajeros y transportes.<br />
-Justamente-confesó Ham-. Es más: hace varias semanas que se ha llevado<br />
a cabo una nueva fusión en circunstancias igualmente sospechosas...<br />
-¿Y ha muerto también alguien?-deseó saber Monk.<br />
-No. Me refiero al hundimiento del vapor «Avallantia».<br />
-Eh-exclamó Monk-. Esa noticia nos la dieron ayer los diarios. Pero en ellos<br />
se afirma que el «Avallantia» es propiedad de Burgess Gardner.<br />
-Cuando fue hundido, no-corrigió Ham-. Entonces pertenecía a una<br />
pequeña Compañía poco importante. La pérdida del buque suponía para<br />
ellos un cataclismo tal, que forzosamente tuvieron que unirse a la Compañía<br />
de Gardner. Y Gardner dio por sentado que la tal fusión se había llevado a<br />
cabo con antelación. De no ser así, se creería en Wall Street que la pequeña<br />
Compañía estaba en una situación financiera embarazosa y se trataría de<br />
depreciar sus acciones.<br />
Doc inquirió, vivamente:<br />
-¿Así han aparecido operaciones de Bolsa a la fusión de esas Compañías?<br />
-¡En todas ellas!-replicó, en un tono igual el abogado-. Y aquí viene lo<br />
bueno..<br />
-Oye: no te andes con rodeos, ¿sabes?-dijo, impaciente, Monk.<br />
-En lo que va del año-siguió diciendo Ham-, ha reunido Gardner la bonita<br />
suma de cien millones de dólares.<br />
La conversación no había sido muy larga, pero el coche avanzaba<br />
velozmente. Hallábase a la sazón en los muelles.<br />
-¿Ha habido una depreciación de valores?-inquirió Doc, sin volver la<br />
cabeza.<br />
-Justamente-replicó el abogado-. Toda fusión de Compañías ha precedido a<br />
una revalorización y se han diseminado entre el público millares de acciones.<br />
-Explícate mejor-dijo Monk.<br />
-Supongamos que posees un buque cuyo valor asciende a mil dólares y que<br />
yo poseo otro de igual valor-dijo Ham-. Ambos buques transportan<br />
pasajeros, y carga. Por consiguiente, los dos nos hacemos la <strong>com</strong>petencia.<br />
Ambos hacemos lo imposible por hundirnos mutuamente.<br />
-No me parece un caso extraordinario-dijo Monk, entre dientes.<br />
-Como resultado de todo ello los dos ganamos poquísimo-siguió diciendo<br />
Ham-. Entonces te propongo la fusión de ambas Compañías; tú te niegas y<br />
yo destruyo la máquina de tu buque, de modo que te veas obligado a unirte<br />
a mí; ¿Entiendes?<br />
-Me parece muy claro-confesó Monk.<br />
-Ahora bien: pongamos que se trata de dos Compañías cuyas acciones<br />
ascienden a mil dólares por separado. Una, la mía, pongo por caso, pone en<br />
circulación dos mil acciones, de valor impar, y se las ofrece al público. Si el<br />
público tiene sentido, no pagará más de un dólar por cada acción del lote,<br />
porque esto es lo que valen en realidad las dos Compañías fusionadas.<br />
-Bien. Adelante - ordenó, impaciente Monk.<br />
-Bueno. Mediante un corredor amigo pongo a subasta las acciones al precio<br />
de tres dólares cada una y después las subasto a cuatro dólares. El público<br />
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