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-Sí señor. Dos cargadores del muelle han identificado también la lancha
motora. Aseguran que la tripulaba un hombre solo y no es improbable que el
individuo en cuestión, haya también presenciado el lanzamiento de la
bomba.
-La niebla es muy espesa-observó entonces Monk.
El oficial de Policía aprobó con un gesto maquinal. De uno de los bolsillos
de la chaqueta extrajo un librito de notas, lo hojeó y dijo al cabo:
-El propietario del aeroplano es un caballero llamado Gilberto Stiles; el
dueño de la gasolinera es un pescador cuyo nombre y apellido es algo así
como... veamos... Gugillello Bellondi. El aviador habita en la calle Ochenta y
Cinco de «Jackson Heights»; y el pescador vive en la « Sand Strett» de
Brooklyn.
Bugs, que le estaba oyendo, se volvió con disimulo, sacó papel y lápiz de
uno de sus bolsillos y apuntó los dos nombres y la dirección de ambos
desconocidos, porque no se fiaba mucho de su memoria.
Acompañados por el oficial de Policía, Monk y Ham ascendieron al tercer
piso de la planta baja.
-Lo mejor será que pongamos al corriente de este caso a Doc Savage-sugirió
Monk, mirando al abogado.
Ham dijo:
-Ya se me había ocurrido la idea.
En el vestíbulo de la casa había un número determinado de cabinas
telefónicas. Monk se metió en una de ellas y como descubriera que la pasada
explosión no había afectado para nada la línea, marcó en el disco del aparato
el número de la vivienda de su jefe.
-¿Doc?-inquirió después.
La pregunta era innecesaria. La voz sonora del hombre de bronce era
inconfundible.
-Acabo de leer la edición extraordinaria de los periódicos de la noche-le oyó
decir Monk-, y por consiguiente, ya estoy enterado de lo sucedido, ¿La
explosión ha causado muchos destrozos en tu laboratorio?
-Algunos-confesó Monk-, pero no te llamo por eso, Doc. Te llamo porque
quiero decirte que aquí pasa algo anormal entre bastidores.
-¡Cuidado! Entonces no vayamos a enredarnos en aquellos procedimientos
empleados por la Policía-le recordó Savage.
-Ya sabía yo que te interesaría el caso-exclamó a su vez el químico-. Es de
los más singulares que puedes imaginarte. Por de pronto nada demuestra lo
que ha producido la pasada, explosión... o si lo demuestra aún no ha sido
descubierto. Después ha sido asesinado un tal Clarence Sparks, empleado
de la Compañía, por un hombre vestido con un traje plateado...
-¿Qué dices?-interrogó vivamente Doc..
-Que un pájaro de cuenta vestido con un mono argentado y cubierto cabeza
y rostro por una capucha del mismo material ha arrojado a Sparks una
flecha en el momento mismo en que nos disponíamos a interrogarle. Por lo
visto, Sparks sabía algo.
-¿Se parecía el asesino a los extraños seres revestidos de plata que,
recientemente, han cometido una serie de robos en gran escala y que
asimismo han hundido el vapor «Avallantia» de la Compañía Transatlántica?
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