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Con frecuencia consultaba la hora como si aguardara algún
acontecimiento.
En cuanto a Monk y Ham, habían renunciado a la esperanza de arrancar al
rubio bombero valiosos informes. El mozo había vislumbrado solamente una
grotesca figura humana vestida de plata y las cenizas del costoso disfraz,
sedimento informe de metal retorcido no aportaba prueba alguna eficiente.
-Ni el propio Doc sería capaz de deducir nada de esto-dijo el químico,
indicando con un gesto la tela quemada.
Ham iba a asentir con una breve inclinación de cabeza, pero se abstuvo de
ello. No formaba parte de su política estar de acuerdo alguna vez con su
camarada.
-¡Estamos perdiendo un tiempo precioso! –exclamó-. Subamos al piso
donde habían las oficinas de la Compañía y examinemos el lugar afectado
por la explosión.
-La Policía lo ha hecho -gruñó Monk.
-Sin encontrar lo que ha motivado la catástrofe-replicó el abogado.
Su réplica pareció zanjar la cuestión y él y Monk se dispusieron a subir la
escalera, en vista de que todavía no funcionaban los ascensores.
El rascacielos tenía no una sola planta baja, sino tres, una debajo de otra,
y como las calderas se encontraban en la más baja o sea en lo profundo del
rocoso suelo de la isla de Manhattan y probablemente debajo del vecino
«East River», que era muy ancho en este punto, los dos hombres se
encontraron, así qué hubieron ascendido un piso, en la segunda planta.
En ella tropezaron con un agente de policía. Era un teniente, mas, así y
todo se mostró deferente en grado sumo, pues Monk y Ham poseían grados
honoríficos superiores al suyo.
-Se sabe algo más, caballeros, y como les supongo deseosos de obtener
cuanto antes nuevos informes...-les dijo.
-Desembuche y no se ande por las ramas-le invitó el químico.
El oficial les explicó rápidamente:
-La verdad es que estamos perplejos respecto a la causa de la explosión que
ha matado a Winthrop, aunque, desde luego, quizá se descubra algo nuevo
cuando se hayan llevado a cabo las pesquisas más minuciosas. Por de
pronto no hay que desperdiciar ningún dato. Es posible que haya provocado
la explosión una bomba arrojada sobre el rascacielos desde un aeroplano.
Sabemos que un aparato ha volado sobre el río muy cerca de este edificio en
el momento de la explosión y asimismo que una lancha motora surcaba
también sus aguas a la misma hora.
Ninguno de los tres reparó en Bugs, que erraba por allí cerca con el oído
atento.
-¿Y se ha logrado identificar ese aeroplano?-inquirió Monk.
-Les sorprendería a ustedes la memoria que se desarrolla en las gentes
siempre que algún hecho extraordinario despierta su atención-replicó el
oficial-. Cabe suponer que aquellas personas que presenciaron la explosión
han debido preguntarse si podría deberse a la bomba arrojada desde un
aeroplano, porque varias nos han proporcionado el número impreso sobre la
cara inferior de una de sus alas.
-¡Magnífico!-aprobó Monk-. ¿Hay algo más?
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