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secreto del invento se halla ahora en manos del Gobierno de los Estados
Unidos y, en el caso de que estalle una nueva guerra, podrá serle de utilidad.
Doc manipuló ahora en los localizadores del sonido y ellos señalaron la
presencia a popa del pequeño submarino, que se desviaba de su curso,
cegado por la sal oscura.
Doc paró por completo los motores del «Helldiver» La nave moderó su
marcha, poco a poco, se hundió y descansó en el fondo del Atlántico, que en
aquel punto era arenoso, de acuerdo con las cartas de marcar.
Mac Coy se enjugó el sudor que ponía reluciente su hermoso semblante, y
gimió:
-¡No veo que pueda servirnos de algo la maniobra!
Pace le dijo, sonriendo:
-¡Pero todavía estamos vivos!
Mac Coy saltó, con acento irritado:
-¡Bueno, mas tampoco tenemos motivos para demostrar tanto alborozo!
Al adoptar la nueva personalidad del hombre que a nada teme, «Rapid»
Pace era un ente del todo distinto al nervioso charlatán perito que fue en un
principio. Incluso hablaba con más firmeza y mayor lentitud y no repetía
tanto las frases.
-De ahora en adelante emplee, para hablarme, un lenguaje más cortésdijo,
sombrío, a Mac Coy-. De lo contrario me veré obligado a ajustarle las
cuentas.
Monk gruñó:
-¡Repito que se callen por última vez!
Inesperada mente se oyó un sonoro, metálico rechinamiento. El suelo de
cuadernas de goma del submarino osciló, con la consiguiente pérdida de
equilibrio de todos sus ocupantes, a excepción de Doc, que se mantuvo asido
a los mandos.
Mac Coy gimió, asustado, y estuvo en un tris que no se echara a llorar.
-¿Qué ha sido eso? - interrogó, temblando,
Pace le dirigió una mirada burlona, levantóse del suelo y fue a mirar por los
cristales de la ventana. Estos continuaban negros a causa de la solución que
teñía las aguas.
Sin embargo, la corriente del océano disipó en parte la nube oscura y
distinguió los objetos colocados a unos pies de distancia del casco del
«Helldiver»,
-¡Mirad!-dijo a sus compañeros-. El otro submarino es sujetado a nuestro
casco, ignoro de qué manera.
Doc puso en marcha los motores eléctricos. EL «Helldiver» se movió, pero
no pudo arrancar, por la resistencia del otro buque adherido a su casco.
Manipulando válvulas, Doc abrió los recipientes del lastre. Entonces el
barco se elevó unos pies, después se interrumpió la ascensión iniciada y se
vió oscilar la aguja del aparato indicador de la profundidad hasta descansar
el buque de nuevo en el lecho del océano.
Como el «Helldiver» era muy pesado, no tenía fuerza suficiente para
levantar con él al otro submarino, que, para colmo, tenía los tanques llenos
de lastre.
-¡Diantre! ¡Esto pasa de raya!-exclamó Monk-. ¿Qué será lo que mantiene
unido a nosotros a ese submarino?
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