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Doc retrocedió; con la manga de la chaqueta, se limpió parte de la vaselina<br />
que le maquillaba el semblante para que no le invadiera los ojos en el caso<br />
de llegar a una lucha cuerpo a cuerpo. Del bolsillo extrajo otra granada<br />
explosiva, diminuta, y la lanzó sobre la puerta.<br />
Fue <strong>com</strong>o si hubiera caído un rayo en el oscuro portal de la casa. Cayó el<br />
yeso de las paredes; rechinando, saltaron las planchas de madera que<br />
formaban el suelo. La puerta voló por los aires, astillada.<br />
La granada explosiva redujo al silencio a la ametralladora. Cuando<br />
hubieron dejado de caer es<strong>com</strong>bros, Los Cráneos Plateados profirieron<br />
nuevamente maldiciones.<br />
Luego escaparon. A juzgar por el ruido que hicieron dedujo el hombre de<br />
bronce que arrastraban en pos a un <strong>com</strong>pañero, un herido, quizá.<br />
Doc no intentó perseguirles. Sus enemigos le imponían respeto. Eran muy<br />
astutos. Hasta qué punto lo eran se hizo evidente cuando sonó en el portal<br />
una tercera explosión, una explosión pesarosa, que conmovió el viejo<br />
edificio.<br />
Los bandidos habían dejado más granadas a sus espaldas dispuestas de<br />
manera que tardaran en estallar. De haberles Doc seguido, le hubieran<br />
matado sin duda alguna.<br />
En la puerta de entrada se produjo un roce sospechoso, <strong>com</strong>o el<br />
movimiento de una persona. Era posible que fuera el Cráneo Plateado que<br />
con tal atrevimiento se había permitido asestarle al mendigo un puntapié.<br />
El enmascarado dio unos pasos y salió a la calle, corriendo.<br />
Doc Savage no trató de seguirlo.<br />
En vez de esto aguardó en silencio hasta que dos minutos después, o cosa<br />
así, oyó varios tiros que venían de la misma dirección tomada por el<br />
enmascarado, al huir.<br />
Doc no se preocupó de averiguar lo que había sucedido.<br />
Se sirvió, por el contrario, de una tercera granada para abrir un agujero en<br />
la pared del pasillo y, rápido <strong>com</strong>o el pensamiento, se deslizó por el boquete<br />
abierto mientras se desprendían de él, todavía, los es<strong>com</strong>bros.<br />
Se hallaba ahora en una habitación vacía. Nubes de yeso descendieran<br />
sobre él, asfixiándole.<br />
Doc sacó a luz un objeto semejante a una copa, que adaptó a la nariz. De él<br />
partía un tubo de goma que se hundía en una masa de frascos de metal. Era<br />
una máscara antigás; también un aparato protector que le defendía del<br />
humo y del polvo. En los ojos llevaba puestos unos lentes que no permitían<br />
el paso del aire.<br />
Los Cráneos Plateados corrían siempre.<br />
Sin duda intentaban huir por la parte posterior del edificio. Doc les oyó<br />
maldecir. A poco distinguió una polvareda, que le pareció diferente a la que<br />
levantaba el yeso y <strong>com</strong>prendió que sus enemigos habían soltado un tipo<br />
determinado de gas.<br />
Albergando la esperanza de que le creyeran víctima de aquel gas, Doc no<br />
les arrojó más granadas. Pero siguió avanzando hacia la parte trasera de la<br />
casa.<br />
Casi en el centro de ella descubrió una habitación cuyas ventanas se<br />
abrían sobre un patio interior. La luz penetraba por ellas a raudales.<br />
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