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largo cuchillo clavado en su pecho y cuya punta sobresalía junto al respaldo<br />
de la butaca.<br />
Junto a él había caído al suelo un libro y <strong>com</strong>o se hallaba abierto por la<br />
primera hoja, Doc leyó el nombre allí escrito.<br />
El nombre era Gilberto Stiles.<br />
CAPÍTULO V<br />
“RAPID” PACE<br />
Doc Savage posó una mano sobre la muñeca del aviador y oprimió con sus<br />
dedos el punto donde hubiera latido el pulso de no estar muerto. No<br />
sorprendió ni una sola la pulsación.<br />
El difunto había volado por encima del río en el instante de ocurrir la<br />
explosión. Lo mismo él, desde su aeroplano, que el pescador desde su<br />
lancha, debieron presenciar algún hecho inusitado.<br />
Por él habían sido asesinados antes de que pudieran hablar o ser<br />
sometidos a un interrogatorio.<br />
Ahora bien: ¿de qué medio se habían valido Los Cráneos Plateados para<br />
averiguar sus nombres? Doc sospechaba (poco adivinaba él hasta qué punto<br />
acertaba) que el responsable de todo era Bugs. Sólo que Bugs se había<br />
llevado ya su merecido.<br />
De la calle ascendió hasta Doc el zumbido de un motor; vibró un momento<br />
y enseguida cesó. Doc Savage no miró al exterior. Temió que pudieran verle<br />
los asesinos y convenía que le tuvieran por muerto para que descuidaran su<br />
vigilancia.<br />
Habíase desvanecido el coche azul cuando Doc se asomó a la ventana.<br />
Entonces salió de la casa por la escalerilla de incendios y ligero,<br />
furtivamente, se acercó al “Roadster”.<br />
Un movimiento casi imperceptible fue la sola cosa que le demostró que<br />
vibraba el motor del coche, tan silenciosamente funcionaba. Obediente a la<br />
presión del acelerador arrancó. Estaba provista de un embrague<br />
ultramoderno.<br />
Doc oprimió uno de los numerosos botones que ostentaba el tablero de<br />
instrumentos y a continuación dio media vuelta a una llave.<br />
Pequeñas explosiones surgieron bajo el guardabarros y al pasar por delante<br />
de un tranvía, asumieron un volumen espantoso. Mientras Doc graduaba<br />
dando vueltas a la llave se oyeron palabras sueltas y señales telegráficas.<br />
Un perito en la materia hubiera <strong>com</strong>prendido al punto que el hombre de<br />
bronce buscaba, a través de una longitud de onda ultracorta, un<br />
determinado transmisor.<br />
Transcurrido algún tiempo, zumbidos regulares y breves, repetidos con un<br />
intervalo de tres segundas, surgieron del altavoz. Eran semejantes a<br />
campanadas, sólo que muy espaciados y se sucedían sin interrupción.<br />
Doc hizo girar la llave a la derecha. Las señales cesaron. Tornó a darle otra<br />
vez media vuelta a la izquierda y volvieron los zumbidos a cesar.<br />
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