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Un nicho que probablemente defendía la puerta de un incinerador, le<br />

ofreció refugio y se incrustó en él.<br />

Oyó abrirse la puerta y el roce de unos pies. Contó hasta seis personas,<br />

todos hombres. El taconeo de los zapatos de alta tacón de una mujer es muy<br />

característico y allí no había ninguna.<br />

Uno de los hombres avanzaba delante de los otros, bastante separado de<br />

ellos. Poca después apareció.<br />

Era, Bugs, que vio a Doc Savage (no podía ser de otro modo); se le dilataron<br />

las pupilas y un horror repentino le contrajo el semblante.<br />

-¡Savage!-gritó-. ¡Cuidado!<br />

Y al propio tiempo se palpó la ropa en busca de un arma.<br />

Doc actuó con sorprendente rapidez. Sacó un brazo y golpeó a Bugs con la<br />

mano cerrada. No pretendía hacerle gran daño: así y todo el golpe le lanzó<br />

contra la pared opuesta del pasillo y le dejó instantáneamente sin sentido.<br />

El arma que había tratado de sacar patinó sobre las baldosas del corredor.<br />

Doc miró en dirección a su parte baja, se encontró con fantásticas siluetas<br />

plateadas, con rostros tapados e impenetrables y no había errado en sus<br />

cálculos. Eran cinco los hombres que tenía delante.<br />

Tres de ellos empuñaban los revólveres, advertidos por el grito de Bugs. Las<br />

armas vomitaron fuego y atronaron el corredor, con sus estampidos.<br />

Tuvo algo de irreal la rapidez desplegada por el hombre de bronce para<br />

volver a meterse en el nicho. Tan sólo unos músculos vigorosos y flexibles<br />

por el continuo ejercicio diario eran capaces de actuar de manera tan segura<br />

y eficaz.<br />

Sin dar en el blanco las balas arrancaron el yeso de las paredes y<br />

rompieron los cristales de una ventana que se abría al extremo del corredor.<br />

-¡A<strong>com</strong>etedle!-gritó uno de los seres, del traje plateado.<br />

-¿Bromeas, Ull?-gruñó otro.<br />

Sucesivas detonaciones ahogaron tales palabras y así cabe dudar de que el<br />

llamado Ull se hubiera dado cuenta de que acababan de nombrarle.<br />

A Doc no le pasó inadvertido el hecho y retuvo aquel nombre en los<br />

archivos de su memoria... para el caso de que saliera de allí con vida.<br />

Era evidente que se encontraba en un, aprieto. Tenía por norma no llevar<br />

nunca encima arma alguna, y por consiguiente no disponía de una en<br />

aquellos momentos. Lo que sí llevaba consigo eran varios ingredientes<br />

químicos de su invención y se dispuso a utilizar uno de ellos.<br />

Una de sus manos se perdió en el interior del bolsillo de la chaqueta y salió<br />

empuñando lo que hubiera podido tomarse por una bola de cristal.<br />

Era un pequeño globo de finísimas paredes y, contenía un gas anestésico<br />

que poseía la singular propiedad de vaporizarse al contacto del aire.<br />

Conteniendo el aliento, lo arrojó lejos de sí.<br />

Rara vez aquellas bolas de gas habían dejado de coger por sorpresa a sus<br />

enemigos. Pero aquella vez fue una excepción, Doc aguardó. Sus enemigos<br />

no dieron ni la más pequeña muestra de que hubieran sucumbido.<br />

Sin embargo, tampoco volvieron a gritar y cesó el ruido de sus pasos. AL<br />

propio tiempo se cerró la puerta de golpe. Era evidente que huían ante el<br />

gas...<br />

Doc asomó la cabeza.<br />

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