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MORTAL EXPLOSIÓN<br />
El club estaba, silencioso exteriormente pero en su interior se llevaba a<br />
cabo siniestra tarea. Doc y sus <strong>com</strong>pañeros proseguían la búsqueda<br />
emprendida.<br />
-Este lugar es más que un refugio-les aseguró Monk-. Encierra un secreto.<br />
-¿Qué te mueve a afirmarlo?-deseó saber Savage.<br />
-El proceder de Los Cráneos Plateados -replicó el químico-. Se muestran<br />
cautelosos en grado sumo y en cierta ocasión oí decir a uno de ellos que si la<br />
Policía llega a descubrir lo que aquí hay, habrá puesto toda la carne en el<br />
asador.<br />
Ham, que estaba sacando ropa de un armario, lanzó un gruñido<br />
placentero.<br />
Acababa de hallar su bastón estoque.<br />
-Nuestros secuestradores se lo trajeron después de apoderarse de nosotrosexplicó,<br />
blandiéndolo-, y el veneno que contiene la punta del estoque<br />
despertó su curiosidad. Creen que Ull puede hacer buen uso de él.<br />
-Sí, a jugar por lo que he oído, ese Ull es un as en inteligencia.<br />
La excitación del momento encendía el rostro de Hugo Mac Coy cuando se<br />
mezcló a la conversación.<br />
-¿Alguno de ustedes, caballeros, ha oído hablar, mientras estaban presos,<br />
de Burgess Gardner?-interrogó.<br />
-No-contestóle Monk-. ¿Quién es ese individuo?<br />
-Probablemente el jefe secreto de Los Cráneos Plateados-repuso Hugo.<br />
Pace exclamó entonces:<br />
-¿Qué diantres le mueve a sospechar de Gardner? Eso es. ¿Qué le mueve a<br />
sospechar? ¡Me agradaría saberlo!<br />
-¿Sospecha usted de otra persona?-inquirió Mac Coy.<br />
Pace le dirigió una mirada, fulminante y le volvió la espalda.<br />
-Estamos perdiendo un tiempo precioso-observó al propio tiempo-. Lo que<br />
urge ahora es descubrir dónde se han metido los misteriosos Cráneos<br />
Plateados.<br />
-No será difícil-repuso Doc, en voz queda-. Monk: vigila tú la puerta de<br />
servicio; usted, Mac Coy, la de entrada.<br />
Él salió a la calle y corrió a la esquina tras de la cual había dejado el coche<br />
estacionado. La calle continuaba silenciosa. Únicamente oíanse los gritos<br />
alegres de la chiquillería alojada en las casas de vecindad del distrito.<br />
Del asiento posterior del «Roadster» sacó un objeto que se hubiera tomado,<br />
sin vacilar, por una cámara fotográfica. Era, en realidad, la linterna<br />
proyectora de rayos violeta.<br />
Con ella en la mano, volvió al club y subió la escalera. Se recordará que<br />
había derramado en ella, parte de los polvos de la caja de talco mientras Los<br />
Cráneos Plateados le conducían, sin saberlo, junto a Monk y Ham.<br />
Sin saberlo, también, los bandidos habían pisado aquellos polvos.<br />
Doc apagó todas las luces, encendió la linterna y apuntó al suelo con la<br />
oscura lente. Diseminadas huellas de un resplandeciente azulado matiz<br />
aparecieron en todos los puntos sembrados de polvos.<br />
Allí donde habían sentado la planta Los Cráneos Plateados surgían<br />
innumerables huellas fosforescentes.<br />
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