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Levantándose del cieno prosiguió su camino, el sumergible. Avanzaba en<br />

línea recta, sin desviarse apenas. Todo indicaba que se hallaba próximo a la<br />

base secreta de Los Cráneos Plateados<br />

Ahora Doc pudo mantener los ojos abiertos. Vió centellear el faro potente<br />

colocado en la proa del submarino y le pareció inútil el derroche, dada la<br />

clara luz del sol.<br />

Poco después <strong>com</strong>enzó a deshacer con prisa loca las ligaduras que le<br />

retenían junto a la anilla de amarre.<br />

Una masa -parecía ser un tronco gigante revestido todavía de corteza,<br />

debido a la profusa cantidad de lapas que le cubrían- había surgido por<br />

encima de su cabeza, y se hallaba en peligro de ser aplastado en el acto.<br />

CAPÍTULO XVIII<br />

LA BASE<br />

Al cabo consiguió libertarse de sus ligaduras, se echó al agua y se asió a<br />

una paleta del timón. Pero estuvo en un tris que no quedara ahogado por el<br />

chorro de agua que se desprendió, inesperadamente, de las hélices.<br />

El submarino trataba de situarse debajo del gran tronco que acababa Doc<br />

de divisar. La lenta, fastidiosa tarea emprendida, por Los Cráneos Plateados<br />

para lograrlo era de todos modos un trabajo sucio.<br />

Sin duda les guiaban proyectores y receptores del sonido de las olas o,<br />

posiblemente, aparatos de radio les dieron a entender cuándo se hallaban<br />

justamente debajo de la mole.<br />

El caso fue que una vez despedido el lastre, flotó el sumergible y tocó<br />

ligeramente el casco cubierto de lapas. Éstas faltaban en aquellos puntos<br />

que habían sufrido ya el contacto con el submarino y su falta ponía al<br />

descubierto las planchas de acero.<br />

El submarino ya no se movió después de sufrir aquel contacto.<br />

Los electroimanes se mantenían adheridos a la mole de metal que era, en<br />

realidad, el casco de un buque. No podía ser otra cosa. Y, sin duda, otros<br />

electroimanes de su interior evitaban que variara el sumergible de posición.<br />

Sonó el chirrido de la maquinaria, burbujas sin cuento se derramaron del<br />

estanco de aire por el cual iban y venían al submarino Los Cráneos<br />

Plateados vestidos de buzos.<br />

Doc soltó apresuradamente la paleta a que se había asido, y se hundió en<br />

el agua bajo el submarino. De ese modo pudo pasar bajo el casco de la<br />

embarcación donde se sentía a cubierto, por el momento.<br />

Desde la popa avanzó en línea recta nadando en ocasiones, y sirviéndose de<br />

las lapas <strong>com</strong>o puntos de asidero, en otras. El buque <strong>com</strong>enzó a estrecharse<br />

según se fue aproximando a proa. No era muy largo, al parecer.<br />

Doc no siguió la proa hasta el punto en que se elevaba el agua que se soltó<br />

de ella y nadó a su derecha manteniéndose a distancia de la superficie del<br />

agua. Allí se mantuvo nadando algún tiempo sin hallar nada.<br />

Luego se cambió a la izquierda. Aquí localizó el cable del áncora, una serie<br />

interminable de gruesos eslabones de hierro.<br />

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