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-Lo <strong>com</strong>eteré si se mueve sin que yo se lo ordene-replicó ella.<br />
Doc interrogó:<br />
-¿Han tratado acaso de asesinarla? ¿Cree usted que yo tengo parte en ello?<br />
Sus pupilas fascinaban a la muchacha.<br />
-¿Cómo podría probarlo? - dijo, con amargura.<br />
-¿Por qué no?<br />
-Mi asaltante iba embutido en una especie de mono plateado y se tapaba el<br />
rostro con una máscara de plata.<br />
-¿Cuándo ha sucedido eso?<br />
-¿La tentativa de asesinato? Ayer. Ayer a esta misma hora, sobre poco más<br />
o menos-. Así diciendo, la desconocida accionó con el revólver sin desviar la<br />
vista del chaleco de Doc-. Por ello, al salir adquirí los dos automáticos. He<br />
nacido y me he criado en el Estado de Montana y por ello sé manejarlos.<br />
-¿Por qué trataba de asesinarla el hombre vestido de plata?<br />
El revólver se inmovilizó.<br />
-Eso es lo que yo quisiera saber-replicó la desconocida.<br />
Doc la contempló fijamente, <strong>com</strong>o si tratase de leer en su pensamiento.<br />
Luego, lenta, pero decididamente, avanzó unos pasos.<br />
-¡Que disparo!-gritó la muchacha.<br />
Pero Doc, continuó avanzando y ella no hizo fuego. Retrocedió ante él,<br />
mordiéndose los labios, hasta que tocó con la espalda en la pared. El<br />
hombre de bronce alargó el brazo entonces y le quitó, sin esfuerzo, el<br />
automático.<br />
-¡Imbécil! ¡No sabe lo expuesto que ha estado a recibir un tiro!<br />
-Los tiros de esa arma de juguete no pueden atravesar el chaleco que llevo<br />
puesto-explicó Doc, sin perder la calma.<br />
Ella se había metido el bolso bajo el brazo con objeto de que no se le cayera<br />
en el encuentro. Mas no hizo resistencia cuando él se lo quitó. Dentro había<br />
un tarjetero lleno. Las tarjetas ostentaban todas el mismo membrete:<br />
Señorita Lorna Zane Secretaria particular de Paine L. Winthrop<br />
-¿Lorna?<br />
-Para usted señorita Zane.<br />
En silencio, Doc le devolvió el bolso tras de <strong>com</strong>probar que contenía<br />
solamente una caja de polvos casi llena.<br />
La desconocida tomó, abstraída, el bolso, lo abrió maquinalmente y pareció<br />
asaltarle una idea luminosa, porque abrió de súbito la caja de polvos y lanzó<br />
éstos a los ojos de Doc.<br />
No había contado, sin embargo, con la rapidez desplegada, en todos sus<br />
movimientos por el hombre de bronce, que hurtó de cuerpo.<br />
Los polvos le pasaron por encima de un hombro y se esparcieron en forma<br />
de blanca nube por el recibimiento.<br />
La desconocida trató entonces de escapar, pero Doc la asió por un brazo.<br />
Ella lanzó un grito de mera alarma, ya que Doc no le había hecho daño.<br />
A sus espaldas sonó una detonación. Acababa de estallar una de las<br />
simientes. Rápidamente le sucedieron dos, tres detonaciones más.<br />
Doc giró sobre sí mismo con la rapidez de un torbellino. Lo primero que vio<br />
fue una silla grande y pesada. El mueble describía un arco en el aire y<br />
parecía asestado de modo que venía en línea recta sobre él.<br />
Doc se echó atrás, ladeándose, y esquivó la silla.<br />
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