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Riendo con aire socarrón abandonó el <strong>com</strong>edor, penetró en un pasillo<br />

oscuro, sin titubear... y, de súbito, cayó de bruces en tierra.<br />

No había oído el golpe que le derribara porque se lo habían descargado en<br />

silencio y con una fuerza prodigiosa. Así <strong>com</strong>o tampoco pudo ver al hombre<br />

de bronce cuando se inclinó sobre él para registrarle.<br />

Oculto entre sus ropas, por la parte interior, había un paquete que no era<br />

el que acababa de guardarse. Doc se lo quitó.<br />

Luego le despojó del traje de plata.<br />

Estaba muy oscuro en el pasillo y Doc no había encendido la luz. De aquí<br />

que le fuera imposible distinguir las facciones de su víctima, el capitán de la<br />

banda de Los Cráneos Plateados. Con todo, no se atrevió a encender una<br />

cerilla.<br />

Se metió el mono de plata por la cabeza descubriendo que le venía algo<br />

ajustado, pero que podía llevarlo, y a continuación, mediante un registro de<br />

su víctima encontró fósforos, que guardó en su bolsillo.<br />

Apresuradamente volvió al <strong>com</strong>edor. A la luz abrió el paquete que había<br />

estado oculto bajo la ropa interior del enmascarado.<br />

El paquete encerraba una gran barba postiza, admirablemente hecha. Doc<br />

tornó a guardarla en el bolsillo de la chaqueta, bajo el mono.<br />

Mirando la habitación del tesoro, avanzó con el cuerpo encorvado, las<br />

rodillas dobladas y la cabeza gacha, con objeto de parecer más bajo de<br />

estatura.<br />

En la parte baja del pasillo distinguió a un hombre de guardia y se le<br />

acercó.<br />

Mas antes de que hubiera llegado junto a él, intentó pasar por el corredor<br />

uno de Los Cráneos Plateados.<br />

El hombre de guardia, le gritó, zumbón:<br />

-¡Eh! ¡Quítate la caperuza, que deseo verte la cara!<br />

En lugar de obedecer, el Cráneo Plateado levantó el brazo y le mostró el<br />

reloj que llevaba en la muñeca. El guardia, consultó la esfera y la <strong>com</strong>paró<br />

con la del reloj que él llevaba, asimismo, en la muñeca.<br />

-Está bien-dijo-. Sigue tu camino.<br />

Doc se detuvo en seco y sonó un instante el grito fantástico que ya<br />

conocemos, sólo que fue lanzado muy bajito y el hombre de guardia no lo<br />

oyó.<br />

Acababa de descubrir el significado de los lujosos relojes que llevaba en la<br />

muñeca toda la banda. Aquellos cronómetros eran utilizados a modo de<br />

contraseña.<br />

Él llevaba puesto todavía el que había quitado al hombre muerto en los<br />

muelles de la ciudad, el mismo que una vez descubierto su error, había<br />

escapado para morir a manos de la policía. Y era, evidente que el baño a que<br />

lo había sometido no había logrado estropearlo.<br />

AL avanzar, le detuvo el centinela. Doc le mostró el reloj y el centinela le<br />

dejó pasar.<br />

Tras de poner entre los dos una distancia respetable, se volvió y con una<br />

voz distinta a la suya, voz dura, sibilante, interrogó al hombre.<br />

-¿Dónde están los prisioneros?<br />

-Sigue avanzando y los encontrarás-fue la respuesta.<br />

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