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Tenía, además, una boca tan extraordinariamente grande que llamaba en el<br />

acto la atención. Ella formaba una parte accidental, al parecer, de su<br />

agradable pero feísimo rostro.<br />

-¡Habeas!-exclamó apenas hubo recobrado, en parte, la calma.<br />

Un cerdo apareció, galopando, en su campo visual. Venía gruñendo,<br />

excitado, y era de lo más grotesco que darse pueda, aun entre la especie<br />

porcina.<br />

-¡Que el demonio me lleve, Habeas!-le dijo el hombre sonriendo-, si no he<br />

creído por un momento que ese picapleitos de Ham te había lanzado una<br />

granada a los pies.<br />

Alguien trataba de abrir en aquellos momentos una puerta contigua,<br />

asestándole repetidos puntapiés. Al cabo, la madera crujió y se abrió la<br />

puerta. Un hombre penetró en el interior del estudio. Era un individuo<br />

esbelto, que vestía a la última moda. En la mano empuñaba un bastón de<br />

caña negra.<br />

Dirigiendo al hombre orangután una mirada fulminante exclamó con airado<br />

acento:<br />

-Siempre he dicho, Monk, que tus experimentos en materia de química nos<br />

harían volar por los aires el día menos pensado.<br />

Monk le miró, ceñudo.<br />

-¡Calle el picapleitos!-murmuró.<br />

Ham blandió el bastón.<br />

-¿Conque no has sido tú?-interrogó-. ¿Quién ha sido entonces? ¿Un<br />

terremoto?<br />

-¡Que me aspen si lo sé!-replicó el químico.<br />

Tomó un aparato extintor de incendios y derramó su contenido sobre las<br />

llamas. Lamentaba los destrozos causados por la explosión en su<br />

laboratorio, porque éste era uno de los más <strong>com</strong>pletos del mundo.<br />

Sólo le superaba en valor el perteneciente a Doc Savage.<br />

Habeas Corpus, su favorito, retrocedió, para ponerse fuera del alcance del<br />

fuego, reparó en que el movimiento le había aproximado a Ham y se apartó<br />

prontamente de él. Ham y Habeas no simpatizaban.<br />

Jamás lograban ponerse de acuerdo y el abogado había amenazado al cerdo<br />

en varias ocasiones, nada menos que con hacerle picadillo.<br />

Una vez extinguido el fuego, Monk arrojó lejos de sí el aparato extintor.<br />

-Bueno, ahora vamos a ver lo que ha sucedido-murmuró.<br />

-¡Excelente idea!-aprobó Ham, agregando en el acto, con deliberada<br />

crueldad:<br />

-Parece mentira que haya surgido de tu cerebro.<br />

Ambos salieron del estudio dejando en él al animal. Debido probablemente<br />

a la explosión, no funcionaban los ascensores y tuvieron que descender a pie<br />

la escalera del rascacielos. Aun así no tardaron en llegar al lugar de la<br />

catástrofe.<br />

Ambos eran eficientes. Su prolongada asociación con Doc Savage les había<br />

acostumbrado y presenciaban sin conmoverse parecidas escenas de<br />

violencia.<br />

El propio Doc parecía hallarse siempre a la sombra del peligro y de la<br />

destrucción. Sin perder tiempo, pues, ambos trabajaron descubrir la causa<br />

de la explosión.<br />

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