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-Es evidente. Yo creo que el individuo en cuestión pertenece a la banda de<br />
Los Cráneos Plateados.<br />
Doc Savage guardó silencio un instante, <strong>com</strong>o si reflexionara, y de pronto<br />
surgió del auricular un sonido indescriptible.<br />
Monk se puso rígido al oírle; le conocía de antiguo. Era un pequeño acto<br />
inconsciente llevado a cabo por el hombre de bronce en momentos de una<br />
extraordinaria excitación mental.<br />
De ordinario surgía antes de que acaeciera algún suceso notable; con<br />
frecuencia denotaba que Doc acababa de descubrir un hecho oscuro que<br />
más tarde debía poseer suma importancia.<br />
-Monk, ¿no has reparado en la rareza de los robos llevados a cabo por los<br />
llamados cráneos plateados? - preguntó, inesperadamente, Doc.<br />
-¿Aludes a los singulares disfraces que han adoptado esas gentes?-deseó<br />
saber el químico.<br />
-No me refiero a eso-replicó su jefe-, sino a la rareza de los robos en sí.<br />
¿Has reparado en ello?<br />
-No, por cierto. ¿Cuál es?<br />
-Que se haya asesinado a un número determinado de hombres al propio<br />
tiempo.<br />
-¡Ya! Pero eso sucede siempre.<br />
-Es que en estos casos los hombres asesinados eran poderosos-le explicó<br />
Doc pacientemente-, y en uno o dos de ellos los robos llevados a cabo han<br />
sido insignificantes. Ejemplo de ello es el hecho que voy a relatarte.<br />
-Te escucho.<br />
-Hará cosa de dos semanas que la banda de Los Cráneos Plateados o, para<br />
ser exactos, siete de esos individuos, ocuparon una pequeña estación de<br />
gasolina de Long Island-le explicó Doc-. La estación es muy pequeña y jamás<br />
ha habido en ella no más de unos cuantos dólares en caja. Pero cierta<br />
“limousine” acababa de entrar en su recinto para proveerse de gasolina.<br />
Ocupaba el coche un caballero acaudalado nombrado Kirkland Le Page que<br />
fue muerto a tiros de revólver. En ese momento, el dueño de la estación<br />
estaba tendido en tierra, por lo cual no pudo ver qué fue lo que provocó<br />
semejante agresión. Por otra parte guiaba la “limousine” el propio Le Page.<br />
-Recuerdo lo sucedido-dijo Monk, interrumpiéndole.<br />
-Pues bien: Kirkland Le Page era Vicepresidente de la Compañía<br />
Transatlántica, propietaria del buque “Avallantia”, hundido más tarde por<br />
Los Cráneos Plateados.<br />
-¡Caracoles!-exclamó Monk-. ¡Detrás de todo eso hay algo grande!<br />
-Exactamente-repuso Doc.<br />
Monk se mantuvo junto al aparato, sumido en sus reflexiones. En su mente<br />
daba vueltas y más vueltas a la reciente explicación de Savage.<br />
Pausadamente meneó varias veces la cabeza.<br />
Hubiera asegurado que Doc se preparaba a indagar todo lo concerniente a<br />
Los Cráneos Plateados y que aun en caso de no haber ocurrido la explosión<br />
en el rascacielos, nada lo hubiera desviado un ápice de la línea trazada.<br />
Monk abrió la boca. Se disponía a continuar la conversación interrumpida,<br />
pero entonces sucedieron más cosas.<br />
A sus espaldas, en el vestíbulo donde había dejado aguardándole a Ham,<br />
a<strong>com</strong>pañado por el oficial de Policía, sonó un grito ahogado. Al grito siguió el<br />
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