Número 99 - Biblioteca Digital del CONEVyT

Existe una preocupación por la formación de
profesores de educación básica, en las escuelas
normales y en todas las instituciones encargadas de
su formación y de aquéllas que forman especialistas
de la lengua. Al respecto, es necesario establecer
estrategias que hagan de los docentes excelentes
lectores,
amantes de los libros, buenos redactores y
hablantes amenos.
Irma Ramírez Ruedas*
* Profesora normalista, con Especialidad en Lengua y Literatura, y pasante de
la Maestría en Comunicación Educativa. Es investigadora de la Universidad
Pedagógica Nacional y ha publicado diversos informes de investigación sobre
el tema Lenguaje y Educación.
Adiferencia de hace treinta o cuarenta años la vida moderna nos enfrenta
con frecuencia, a la necesidad de escuchar, leer, recordar, procesar
información que hemos recibido a través de la radio, la televisión, los
periódicos o internet, no sólo en nuestra lengua materna sino en otras
lenguas; información que está acompañada casi siempre de fotografías,
imágenes o datos estadísticos, todo como parte de la misma información.
Como seres humanos y como sujetos alfabetizados, tratamos de responder
y adaptarnos a tan diversos estímulos, y como profesionales de la
educación también esperamos que nuestros estudiantes sean cada vez
mejores lectores y más hábiles redactores, y que desarrollen sus poderes
de retención y logren una mayor capacidad para establecer relaciones,
para hacer inferencias, para hacer abstracciones de los textos que leen y
de la información que les ofrecemos.
En la base de estas actividades se encuentra el lenguaje, con todas las
potencialidades que ofrece al pensamiento en el momento de hablar, de
leer y de escribir, con distintos propósitos: de expresión, de
comunicación, para obtener de información o reelaborar el conocimiento.
Con esta perspectiva, esperamos siempre más y nos dolemos, como
Humberto Musacchio, de la afirmación que hacen los autores de La cultura
en México; dicen que “la inmensa mayoría de los mexicanos son extranjeros
indocumentados en la república de los libros”, y él agrega:
Más de la quinta parte de nuestros paisanos no tienen libro alguno. Esa
parte de la población comprende a dos de cada cinco personas con
primaria, y a la cuarta parte de los que cursaron secundaria. De los
hogares donde hay por lo menos un licenciado, alguien que —se supone—
ha leído durante 16 años, la mitad tiene menos de 30 libros y cuatro
por ciento de nuestros profesionales —o profesionistas, como decimos en
México— de plano ni siquiera tiene libros. 1