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Número 99 - Biblioteca Digital del CONEVyT

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escena de la naturaleza, se familiarizaba con el cuidado de los animales<br />

domésticos, el cultivo de la tierra y la recolección de las cosechas.<br />

Como el sistema industrial estaba poco desarrollado, era la casa el<br />

centro de la industria. En ella se hilaba, se tejía y se confeccionaban<br />

los vestidos. Como había poca acumulación de riqueza, el niño tenía que<br />

participar en todo ello, como también en la rutina cotidiana de las<br />

ocupaciones domésticas. Sólo quienes hayan pasado por una separación<br />

semejante y hayan visto más tarde a los niños educarse en ambientes<br />

urbanos, pueden comprobar toda la cantidad de formación mental y moral,<br />

que implica aquella vida extraescolar. Una indicación <strong>del</strong> valor educativo<br />

de esta participación en la vida práctica nos la da el hecho de que gran<br />

número de nuestros pronombres son de origen rural. No se trataba<br />

solamente de que fueran estas tareas un sustituto adecuado de lo que<br />

llamamos ahora trabajos manuales para el desarrollo de la vista y de la<br />

mano y para adquirir habilidad y destreza; era además una iniciación en<br />

el bastarse a sí mismo, en la independencia de juicio y de acción, y el<br />

mejor estímulo para la adquisición de hábitos de trabajo regular y<br />

continuo.<br />

En la vida urbana y suburbana <strong>del</strong> niño de hoy esto no es más que un<br />

recuerdo. La invención de la máquina, la institución <strong>del</strong> sistema fabril,<br />

la división <strong>del</strong> trabajo, han cambiado a la casa, que ya no es un taller<br />

sino una simple habitación. El amontonamiento en las ciudades, el<br />

desarrollo <strong>del</strong> servicio doméstico, han privado al niño de la oportunidad<br />

de participar en las actividades que aún quedan. Justamente en el momento<br />

en que el niño recibe un aumento extraordinario en el estímulo y la<br />

presión de su medio, pierde la formación práctica y motora que necesita<br />

para equilibrar su desarrollo intelectual. Se adquiere facilidad para<br />

adquirir informaciones: se pierde la capacidad de emplearlas. Ha<br />

disminuido la necesidad de una formación intelectual más formal en la<br />

escuela y por lo tanto urge introducir métodos de disciplina manual e<br />

industrial que den al niño lo que antes obtenía en su casa y en la vida<br />

social.<br />

Creemos, pues, que se justifica el que reconsideremos todo el problema<br />

de la importancia que se asigna al aprender a leer y escribir en la<br />

educación primaria. De donde se deduce la necesidad de examinar más de<br />

cerca el asunto. ¿Qué se puede decir contra la práctica de dedicar la<br />

mayor parte de los dos primeros años de escuela al dominio de la forma<br />

lingüística? En primer lugar, los psicólogos empiezan a creer que los<br />

órganos de los sentidos <strong>del</strong> niño, y el aparato nervioso y motor a ellos<br />

conectado, no están en esta época lo bastante adaptados para el trabajo<br />

restringido y analítico que es el aprender a leer y escribir. Los órganos<br />

sensoriales y motores se desarrollan según un orden; orden que se puede<br />

expresar, en forma general, diciendo que la línea <strong>del</strong> progreso va de los<br />

ajustes más amplios y groseros, relacionados con todo el sistema <strong>del</strong><br />

cuerpo en general (los más próximos al tronco) a los ajustes más finos y<br />

exactos que se relacionan con la periferia y las extremidades <strong>del</strong><br />

organismo. El oculista nos dice que la visión <strong>del</strong> niño es esencialmente<br />

la <strong>del</strong> salvaje, que está adaptada para ver objetos en masa, grandes y<br />

remotos, no los cercanos y en detalle. Violar esta ley significa un<br />

esfuerzo nervioso indebido; significa poner la mayor tensión en los<br />

órganos que están menos capacitados para el trabajo. Al mismo tiempo, las<br />

líneas de actividad, que reclaman irresistiblemente acción, quedan sin<br />

uso, con lo que se atrofian. El acto de escribir —especialmente en la<br />

forma bárbara, que se encuentra tan frecuentemente en las escuelas, de

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