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Número 99 - Biblioteca Digital del CONEVyT

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azones para suponer que una exigencia prematura sobre la capacidad<br />

intelectual abstracta se perjudica en sí misma; más que favorece el<br />

desarrollo intelectual posterior lo daña. Todavía no sabemos cuánto deben<br />

la inercia y la aparente parálisis de la energía mental, que aparecen<br />

poco más tarde, a un excesivo y prematuro empleo de la capacidad<br />

intelectual aislada. Confiemos en que el desarrollo de los estudios<br />

fisiológicos y psicológicos hagan esto tan evidente que las autoridades<br />

escolares y la opinión pública que las controla no tengan más opción en<br />

este sentido. Entonces solamente podremos escapar a ese amortiguamiento<br />

de las actividades infantiles, que hizo que Jowett llamara a la educación<br />

“la tumba <strong>del</strong> intelecto”.<br />

Si la cosa no fuese tan seria nos parecería ridícula cuando pensamos en<br />

que tanto esfuerzo y tanto tiempo no logran el fin al que se los consagra<br />

con tanto empeño. Es frecuente encontrar educadores inteligentes que<br />

dicen que pueden entrar en un aula y seleccionar a todos los niños que<br />

aprendieron a leer en su casa por la mayor naturalidad e inteligencia con<br />

que leen. Ese estilo rígido, mecánico, monótono y cantarín de leer, tan<br />

frecuente en nuestras escuelas, no es más que un simple reflejo de la<br />

falta de motivación. La lectura se hace un acto aislado. El niño no<br />

percibe ningún objetivo que pueda alcanzar mejor con la lectura; no<br />

siente una sed mental que satisfaga con ella; no existen para él<br />

problemas conscientes para los que necesitan libros. El libro es<br />

sencillamente la lección de lectura. Aprende a leer, no por consideración<br />

a lo que lee, sino simplemente porque lee. Así, cuando el proceso de la<br />

lectura se transforma en un fin en sí, es psicológicamente imposible que<br />

tenga vida propia.<br />

Verdad es que los mejores maestros afirman ahora que hay que subordinar<br />

el acto formal de la lectura al sentido de lo que se lee; que el niño<br />

tiene primero que aprehender la idea y expresar después su realización<br />

mental. Pero esto es imposible llevarlo a cabo en las circunstancias<br />

actuales. El párrafo que sigue, extractado <strong>del</strong> informe <strong>del</strong> “Comité de los<br />

Quince sobre la educación elemental”, expresa claramente por qué; aunque,<br />

a mi modo de ver, sin ninguna conciencia de la verdadera conclusión que<br />

se debía haber obtenido de los hechos mencionados:<br />

“El trabajo de los tres primeros años <strong>del</strong> niño en la escuela se dedica<br />

principalmente al dominio de las formas impresas y escritas de las<br />

palabras de su vocabulario coloquial; palabras que él ya conoce lo<br />

bastante como sonidos dirigidos al oído. Tiene que familiarizarse con<br />

estas formas dirigidas a la vista; y sería poco discreto querer que<br />

aprenda muchas palabras nuevas al mismo tiempo que está tratando de<br />

reconocer sus viejas palabras en su nueva forma. Pero tan pronto como<br />

(antes de tres años) adquiere cierta facilidad para leer lo escrito en<br />

estilo coloquial puede continuar con extractos de buenos autores”.<br />

De esta manera se encuentra que el material de las lecciones de lectura<br />

está en la región de las palabras e ideas familiares. Es imposible que el<br />

niño encuentre nada en las ideas mismas que excite y mantenga su<br />

atención. Su mente se fija en el mero reconocimiento y expresión de las<br />

formas. Y así empieza el divorcio fatal entre la sustancia y la forma de<br />

la expresión que, fatal para la lectura como arte, la reduce a una acción<br />

mecánica. La absoluta trivialidad <strong>del</strong> contenido de nuestros primeros<br />

libros de lectura escolares muestra el resultado inevitable de forzar en<br />

el niño, época prematura, el dominio de formas de lenguaje externas.<br />

Tómese media docena de estos libros, sin seleccionarlos especialmente, y<br />

trátese de encontrar algo en las ideas expresadas que merezca el respeto

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