Número 99 - Biblioteca Digital del CONEVyT

de los románticos del XVIII y XIX.
Philp W. Jackson, académico que inició los estudios sobre el currículo
oculto en las escuelas, coincide con Sigmund Freud al pensar que éstas
como las iglesias, los hogares, las empresas o los gobiernos, son
instituciones que, explícita y tácitamente, han servido para limitar
nuestras naturales tendencias biológicas y para regular nuestras
conductas. Esto no es malo en sí mismo y tal vez contribuye a que podamos
convivir juntos y en paz; de no existir tales restricciones y
reglamentaciones para nuestra carga biológica instintiva, es probable que
los hombres volvamos a un estado natural hobbsiano en donde nos
destruiríamos unos a otros.
Una reflexión con dirección análoga, pero de carácter filosófico y
sociológico es la que realiza Michel Foucault (1926-1984). Foucault es un
pensador que se nutrió de Nietzche y de Marx para elaborar un conjunto de
obras que han tenido gran éxito editorial e influencia en las ideas
contemporáneas. Aunque ha tenido difusión en lengua española, pienso que
su obra no ha recibido la atención que demanda y con frecuencia ha dado
lugar a simplificaciones, sobre todo en un contexto como el actual
marcado por las desilusiones de la izquierda cuyos militantes han
reducido fácilmente el pensamiento de Foucault a unas cuantas fórmulas
sobre el poder y el saber que funcionan como pasaporte teórico y político
para ingresar al universo doctrinario del desencanto (Salazar L., 1987).
La verdad es que Foucault fue un pensador original que no se situó
dentro de ninguna ortodoxia teórica y política y cuya obra, al mismo
tiempo que ha sido inspiradora, sigue causando no poco desconcierto.
Según sus propias palabras, abrevó de la epistemología histórica de
Gastón Bachelard y George Canguilhem, lo mismo que del psicoanálisis
lacaniano y de la tradición estructuralista representada por Levi Strauss
y Roland Barthes (Foucault, M., 1991). Sin embargo, fue
un pensador que construyó su reflexión —con matices singulares— a
horcajadas entre dos líneas de pensamiento clásico: las ideas
antirracionalistas de Nietzche y la teoría de Karl Marx sobre la lucha de
clases.
Su etapa intelectual inicial se orientó hacia la epistemología
histórica y culminó con la publicación de tres obras: 1) 1961, Histoire
de la folie. Naissance de la clinique (Historia de la locura. El
nacimiento de la clínica); 2) 1966, Les mots et les choses (Las palabras
y las cosas) y 3) 1969, L’Archéologie du savoir (La Arquelología del
saber). En estos textos se dio a conocer una epistemología original, que
rompía con los estereotipos precedentes y que intentaba presentar al
conocimiento como algo histórica y socialmente construido y por lo tanto
cuestionaba la ortodoxia positivista que lo concibe como cosificado,
universal, neutro, etcétera.
Aunque estas primeras obras recibieron críticas de parte de los
historiadores, su calidad literaria les aseguró un importante lugar en el
mundo de la cultura. En realidad, la crítica foucauliana contenía un
elemento valioso puesto que, desde la idea socrática de que nadie es malo
sino por ignorancia, hasta las actuales corrientes tecnocráticas que
pretender fundar la política en la “ciencia”, es posible percibir un afán
de colocar a la verdad por encima del mundo material y de las
circunstancias históricas.
Lo que hizo Foucault fue revelar una “genealogía” (noción nitzcheana)
histórica sorprendente
y aparentemente arbitraria de los discursos sobre la locura, la gra-