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Número 99 - Biblioteca Digital del CONEVyT

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hacer que el niño escriba en papel rayado, con letra chica y la mayor<br />

exactitud posible— implica una <strong>del</strong>icadeza y complejidad de ajustes de la<br />

actividad muscular que únicamente el especialista puede apreciarlo con<br />

claridad. Como decía un director de la escuela de Chicago, “la pluma es<br />

literalmente más fuerte que la espalda”. Forzar a los niños, en edad<br />

prematura, a que dediquen toda su atención a estos ajustes refinados y<br />

restringidos ha dejado un saldo lastimoso de lesiones nerviosas y<br />

desórdenes y deformaciones musculares. Hay evidentes excepciones, pero<br />

nuestros actuales conocimientos fisiológicos indican que hasta los ocho<br />

años aproximadamente basta una atención incidental para las formas <strong>del</strong><br />

lenguaje visual y escrita.<br />

No debemos olvidar que estas formas son símbolos. No es que yo<br />

desprecie el valor de los símbolos en nuestra vida intelectual. Podría<br />

decirse sin exageración que todo el progreso de la civilización, lo<br />

intelectual, ha dependido de la creciente invención y dominio de<br />

símbolos. Tampoco me uno al grupo que condena sin discriminación el<br />

estudio <strong>del</strong> lenguaje por que no trata más que con palabras y no con cosas<br />

reales. Esta posición es unilateral y tan grosera como la opinión contra<br />

la que reacciona. Pero estamos ante un problema interesante: ¿el niño de<br />

seis o siete años está suficientemente preparado para comprender el uso<br />

de los símbolos para que pongamos sobre ellos toda la importancia de su<br />

vida educativa? Si pudiésemos considerar el problema aislándolo <strong>del</strong><br />

sistema escolar imperante, basándonos solamente en las necesidades e<br />

intereses naturales <strong>del</strong> niño de esta edad, dudo que encontráramos alguien<br />

que opinase que el niño de esta edad necesita urgentemente esta clase de<br />

nutrición intelectual, en lugar de que se le introduzca en toda la<br />

riqueza de formas naturales y sociales que lo rodea. Es claro que el<br />

maestro habilidoso logra muchas veces despertar interés por estas cosas;<br />

pero hay que excitar el interés en forma más o menos artificial y, una<br />

vez excitado, es artificial a su vez e independiente <strong>del</strong> resto de los<br />

intereses de la vida infantil. En este punto es donde se introduce la<br />

cuña que marca el divorcio creciente entre la escuela y los intereses y<br />

ocupaciones externos.<br />

Nunca se puede insistir bastante, en asuntos educativos, sobre el<br />

concepto de John Fiske, de que un avance en la civilización acompaña<br />

siempre a una prolongación de la infancia. Todo lo que desarrolle, en<br />

este momento que consideramos, algún grupo de órganos y centros hasta un<br />

nivel superior, a expensas de otros, es una especialización prematura y<br />

la interrupción de un desarrollo equilibrado y completo. Ya son muchos<br />

los educadores que se han convencido de que la facilidad y volubilidad<br />

prematuras en el uso de combinaciones numéricas tiende a producir una<br />

detención <strong>del</strong> desarrollo de ciertas capacidades espirituales superiores.<br />

Lo mismo ocurre respecto a los símbolos verbales. Solamente un psicólogo<br />

experto puede darse cuenta de la cantidad de análisis y abstracción que<br />

se necesita para reconocer visualmente una forma verbal. Se suele suponer<br />

que solamente se encuentran abstracciones cuando existe un razonamiento<br />

más o menos complejo; pero en realidad su esencia se basa en prestar<br />

atención a todos los elementos que están más o menos aislados <strong>del</strong> curso<br />

directo <strong>del</strong> interés y de la acción. Cuando se exige que un niño abandone<br />

toda la riqueza de materiales que lo rodea, a los que responde<br />

espontáneamente y que forman su alimento natural e inconsciente, se le<br />

obliga a un uso prematuro de fuerzas analíticas y abstractas. Es esto<br />

despojar al niño, premeditadamente, de esa vida sintética, de esa unión<br />

inconsciente con el ambiente, que son su derecho y privilegio. Abundan

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