Número 99 - Biblioteca Digital del CONEVyT
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mática, la biología, la clínica, etcétera revelando prácticas y<br />
relaciones insospechadas entre los conceptos y las instituciones<br />
sociales. Una invariante de su trabajo fue destacar la base material de<br />
las formaciones discursivas, pero no siempre sus evidencias (casi todas<br />
tomadas <strong>del</strong> contexto de Francia en los siglo XVII y XVIII) le dieron<br />
suficiente sustento a sus inferencias a las que atribuyó valor universal.<br />
En su segunda etapa, Michel Foucault “politizó” su trabajo reorientando<br />
sus estudios hacia las relaciones entre saberes y poder. Obra prototípica<br />
de este período es Vigilar y castigar (Siglo XXI, 1976). Lo que se propone<br />
el autor en ella es mostrar una “historia política” <strong>del</strong> conocimiento en<br />
la transición de las feudalizantes monarquías absolutas hacia el<br />
capitalismo moderno. En ese cambio histórico Foucault no invita a ver más<br />
allá <strong>del</strong> discurso formal de libertad, derechos humanos, etc. para<br />
descubrir la aparición y operación de una “microfísica <strong>del</strong> poder” que se<br />
propone disciplinar el cuerpo y las almas de los hombres, domesticarlos,<br />
someterlos a un orden racional totalitario que es “propio de la sociedad<br />
moderna”. Foucault no trata de descubrir una ideología (de clase), sino<br />
de revelar el desarrollo tecnológico <strong>del</strong> “poder” sobre el cuerpo humano.<br />
El alma humana, según este autor, es algo que se produce<br />
permanentemente “en torno, en la superficie y en el interior <strong>del</strong> cuerpo<br />
por el funcionamiento de un poder que se ejerce sobre aquellos a los que<br />
se castiga y, de una manera más general, sobre aquellos a quienes se<br />
vigila, se educa y corrige, sobre los locos, los niños, los colegiales,<br />
los colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de<br />
producción y se controla a lo largo de toda su existencia” [...] “Esta<br />
alma real incorpórea no es en absoluto substancia; es el elemento en el<br />
que se articulan los efecto de determinado tipo de poder y la referencia<br />
de un saber, el engranaje por el cual las relaciones de saber dan lugar a<br />
un saber posible y el saber prolonga y refuerza los efectos <strong>del</strong> poder”<br />
(p. 36). La tecnología <strong>del</strong> alma —continúa Michel Foucault.— es la<br />
tecnología de los <strong>del</strong> poder sobre el cuerpo, la de los educadores de los<br />
psicólogos y psiquiatras.<br />
Foucault se introduce entonces a la historia laberíntica de los<br />
castigos a infractores que se aplicaron durante la Edad Media, las<br />
Monarquías Absolutas y el cambio súbito de ideas y prácticas que ocurre<br />
en el siglo XVIII. Sostiene que antes de la Ilustración los castigos eran<br />
torturas infamantes que se ejecutaban en público como las que sufrió el<br />
regicida Demiens en 1757 cuyo cuerpo fue mancillado, lacerado y<br />
gradualmente despedazado frente a una multitud de testigos curiosos. El<br />
cambio que trajo consigo la Ilustración fue un nuevo orden jurídico que<br />
buscaba disciplinar mediante técnicas sofisticadas de vigilancia, y<br />
castigo que buscaban no la “venganza” <strong>del</strong> poder sino la reeducación <strong>del</strong><br />
infractor. El castigo debería generar penitencia. Se trataba de<br />
tecnologías morales que favorecerían un grado de control social mucho<br />
mayor que las antiguas técnicas.<br />
La sociedad moderna es presentada como una máquina cuya construcción<br />
fue originalmente inspirada por las prácticas militares. Junto a los<br />
filósofos y juristas de la Ilustración que soñaban un mundo de libertad y<br />
justicia, se desarrolló un “sueño militar” en el cual la sociedad se<br />
organizaba con engranajes de educación (control) y formación con el fin<br />
de producir la docilidad automática. Así nació una maraña de reglas e<br />
instituciones. Aunque Foucault se enfoca en la prisión, concibe a la<br />
escuela (junto con el hospital, el cuartel y la fábrica) como un aparato<br />
<strong>del</strong> “poder” (este poder en el texto foucaultiano nunca tiene un sujeto