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siguiesen practicándose con regularidad. La tala de bosques continuó<br />

siendo relevante, sobre todo en torno al recurso ciprés y alerce,<br />

apareciendo además nuevos mercados que motivaron la caza<br />

intensiva de mamíferos marinos, principalmente cetáceos, otáridos<br />

y nutrias, mermando drásticamente sus poblaciones. La sociedad<br />

local inicia un proceso de migración hacia territorios más australes,<br />

que se intensificará durante la primera mitad del siglo siguiente,<br />

ante la precariedad económica que agobió a la Provincia. Por otro<br />

lado, los territorios continentales y canales más australes siguieron<br />

estando despoblados, salvo por los pequeños grupos de hacheros<br />

o cazadores de pieles.<br />

La Región de Aysén por otro lado presenta un particular patrón<br />

de poblamiento histórico, más reciente, con la mayor parte de la<br />

población concentrada en la parte central del sector oriente de la<br />

región, dejando las áreas del litoral occidental norte y sur con un<br />

bajo nivel de asentamientos hasta el día de hoy. Por un lado se<br />

manifiesta una “colonización espontánea” de zonas más aisladas<br />

(motivadas principalmente por la explotación de recursos marinos),<br />

en contraposición al proceso desarrollado a partir de la entrega por<br />

parte del Estado chileno de extensas concesiones de tierra a capitalistas,<br />

especuladores particulares y sociedades anónimas dieron<br />

origen a grandes explotaciones pastoriles en la región, siguiendo el<br />

modelo que caracterizaba la actividad empresarial en toda la Patagonia<br />

desde fines del siglo XIX (Osorio 2007). Este proceso fue desarrollado<br />

por colonos chilenos de origen principalmente europeo,<br />

cobrando fuerza en las últimas décadas del siglo XX.<br />

Es el siglo XX el que marca la intensificación de la extracción excesiva<br />

de los recursos. Como se mencionó anteriormente, ya había<br />

madurado una lógica de uso de ciertos recursos naturales más<br />

intensa que en épocas pasadas (cuando sólo eran destinadas a<br />

satisfacer las necesidades más inmediatas de los individuos y comunidades<br />

locales), así como una actitud social que aceptaba un<br />

gradual desvinculamiento entre el territorio inmediato y la naturaleza,<br />

puesto que ésta se transformaba en un “recurso”, a la vez que<br />

se perdía la relación igualitaria entre humanos y no humanos.<br />

A partir de la década de 1980, se inicia gradualmente un aumento<br />

de las fábricas procesadoras de moluscos y peces, complementada<br />

con la tecnologización de los aparejos de captura y extracción,<br />

los que se irradian hacia los canales de Las Guaitecas.<br />

A partir de los ’90 la cría de salmones y mitílidos genera una nueva<br />

forma de explotar el entorno marino, esta vez llevando la infraestructura<br />

al agua. Esta industria genera nuevos procesos migratorios,<br />

tanto desde la zona norte del país como internamente, desde<br />

el entorno rural hacia las urbes, provocando transformaciones<br />

sustanciales en los patrones de vida y desarrollo demográfico.<br />

Las poblaciones asalariadas aumentan, estableciendo un vínculo<br />

de dependencia aún mayor con la industria, lo que se refleja<br />

notoriamente en el abandono de prácticas culturales tradicionales,<br />

como la agricultura y ganadería menor y aquellas formas tradicionales<br />

de vincularse y utilizar el borde mar. Es así como se agudiza<br />

la distancia entre los usuarios directos (poblaciones costeras,<br />

indígenas y no indígenas, que dependen de los recursos marinos<br />

para su autosustento y venta menor), y aquellos que orientan sus<br />

esfuerzos para satisfacer a la industria. Este distanciamiento se<br />

refleja en que los primeros quedan relegados a un segundo plano,<br />

siendo afectados directamente por las prácticas aplicadas por<br />

los segundos: extracción intensiva de especies sin considerar la<br />

disminución significativa que generan (poniendo en crisis a ambos<br />

actores), intervención de los espacios costeros con infraestructura<br />

que altera los patrones de vida rurales como navegación, recolección<br />

y pesca, y gradual pérdida de poblaciones jóvenes desde la<br />

ruralidad hacia la urbe, que dificultan o impiden la reproducción de<br />

la vida campesina litoral. Se pierde entonces, de manera gradual,<br />

el control de los espacios comunes y la reproducción de la cultura<br />

local.<br />

Desde las prácticas ancestrales<br />

a la historia reciente<br />

Las poblaciones canoeras mantuvieron un patrón de vida transhumante<br />

sin mayores cambios hasta la llegada de las primeras<br />

poblaciones alfareras hacia finales del primer milenio después de<br />

Cristo. Es importante destacar este fenómeno ya que en la Patagonia<br />

Austral insular dicha migración no existió, y esta forma de vida<br />

arcaica persistió hasta principios del siglo XX a través de poblaciones<br />

Kawéshkar y Yámana, momento en el que la colonización<br />

chileno-argentina y europea se hizo patente, motivando una trans-<br />

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