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Buzo mariscador (© R. Alvarez).<br />
incorporación de motores centrados, lo que en la práctica facilitó<br />
sustancialmente la navegación, ya que se obviaban los inconvenientes<br />
causados por falta de viento o corrientes marinas:<br />
“Pal maremoto vino una ayuda de motores a pagar a plazo, el<br />
’60. Ya el ’61, ’62 pudimos conseguirnos un motorcito auxiliar acá<br />
(...) cuando ya fueron más hombres tenían una yuntita de a una y<br />
lo vendieron pa que compren de a un equipo de buzo rana, con<br />
eso se fue haciendo dinero y después lanchas más grandes se<br />
hicieron, y yo andaba con ellos” (José Antonio Caicheo Comicheo,<br />
comunidad indígena Coñimó; en Alvarez y Navarro 2010).<br />
La evolución de los aparejos de pesca fue rápida, logrando formar<br />
parte de la historia de vida de una generación:<br />
“Teníamos espineles cuando ya los corrales no fueron dando, me<br />
recuerdo yo que hacíamos unas lienzas de una manila que es la<br />
ñocha, el quiscal, lienza de esa que es como un cabo, y también<br />
le tejíamos otro cabito fino para poner el anzuelo y ahí colocábamos<br />
la carnada, pescábamos robalos (…) era resistente, pero no<br />
duraba mucho porque se cortaba luego eso (...) duraba como un<br />
año ese espinel. Pero después el pescado fue quedando más<br />
vivo, vio el cabo, y vio el anzuelo con esa lienza que era más fina<br />
pero la veía. (Después) ya vino la pita, y cabo de fábrica más fino,<br />
ahí si ya pescábamos otra vez, pero después el pescado ya lo fue<br />
viendo, y ahora tenemos que estar con nylon, y si no tiene nylon<br />
para que va a ir uno con un cabo de esos” (Hernán Barría, Longko<br />
comunidad Punta Chilen; en Alvarez y Navarro 2010).<br />
La aparición durante la primera mitad del siglo XIX del buzo escafandra<br />
en casi todo el mundo, alcanza relevancia en la zona durante<br />
la primera mitad del siglo XX. Su aplicación estaba igualmente<br />
limitada por la venta menor, destinada básicamente a abastecer a<br />
los mercados locales y las industrias que existían en Puerto Montt<br />
y Calbuco. Es recién con la aparición de fábricas procesadoras<br />
de pescados y mariscos, principalmente a partir de la década de<br />
1980, y simultáneamente la masificación de trajes hooka (“buzo<br />
rana”), que la explotación de recursos marinos se intensifica a<br />
niveles que no tienen comparación en la historia previa, generándose<br />
una cadena de eventos que resulta hoy en día crítica, tanto<br />
desde un punto de vista económico, social, cultural así como<br />
ambiental.<br />
La adopción del traje de hombre rana no fue sencillo, pues previamente<br />
la recolección a través de buzo escafandra, con poca<br />
demanda, implicaba a una sola persona sumergida mientras que<br />
la tripulación debía componerse al menos por tres tripulantes. Con<br />
el buzo rana la situación se invierte, bajando tres y quedando sólo<br />
uno en superficie:<br />
“Yo nunca lo encontré incómodo (el traje de escafandra), el aire<br />
que lleva adentro te aliviana mucho en el agua, te hace trabajar<br />
sin esfuerzo, pero tienes que saber trabajar con el aire (…) no es<br />
lo mismo que el rana por supuesto, la agilidad que tiene un buzo<br />
rana que va a donde quiere en un momento, salta de aquí allá<br />
con más agilidad, eso no lo tenía el buzo escafandra (…) Eso (el<br />
traje de buzo rana) apareció entre el ’72, 73 (…) y a mí me costó<br />
mucho cambiar a ese tema porque estaba acostumbrado con ese<br />
equipo pesado, que me movía lentamente, y el otro no me podía<br />
acomodar porque quería hacer lo mismo y me iba de cabeza, y fue<br />
complicado porque es muy liviano (…) En un bote puedes llevar<br />
hasta cuatro, que esas han sido las ventajas de la depredación del<br />
producto que ha habido. Antes en una embarcación andaba uno y<br />
a poca profundidad, que alcanzaba lo que estaba más a la costa.<br />
Hoy día no, hoy día andan cuatro buzos con equipo más grande<br />
porque son equipos de otro tipo, que no son a mano, porque<br />
esos otros eran a mano” (Rodolfo Otey Gonzáles, Huapi Lacuy; en<br />
Alvarez y Navarro 2010).<br />
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