Untitled - Fundación César Manrique
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Entender la conversión de Lanzarote en una isla turística ajena a un entorno<br />
especulador pasa por el siguiente análisis: los promotores políticos y el<br />
equipo creador de los enclaves consiguen imponer límites al proceso de industrialización<br />
turística que emerge en España con estrategias urbanizadoras<br />
agresivas. La opción no significa resistir a los embates del capitalismo ni expulsar<br />
a los agentes económicos. Primero implica la elección de un modelo determinado<br />
por el paisaje que se va a exhibir; segundo, que la actuación estética en<br />
el territorio proporcione bienestar a toda la comunidad y, tercero, conlleva la<br />
existencia de una autoridad que flexibiliza las condiciones empresariales, especialmente<br />
en lo relativo a la explotación del suelo. Este control de la industria<br />
turística no lo detenta <strong>César</strong> <strong>Manrique</strong> en exclusiva. Emana de arquitectos,<br />
técnicos adscritos a la administración pública y de un político, sólo uno, dado<br />
que son tiempos de dictadura y no de parlamentos, y menos de comisiones<br />
municipales. Sí será atribución del artista otra facultad de mayor calado: la<br />
asunción de la autoría y, como consecuencia de ello, la fusión del progreso<br />
insular con un nombre y la utilización del nombre para promover el modelo.<br />
Sin este solapamiento nada en Lanzarote hubiese sido igual. Entre otras razones<br />
porque no hubiese existido el escenario que a continuación expongo:<br />
1.- La autoría como felicidad: el artista es el gobierno de la Isla. La fama<br />
reafirma el proyecto. Hay riqueza en Lanzarote. Los monarcas compran<br />
casas. Hay una estética común. Las ventanas son verdes y las<br />
paredes blancas. Los vuelos no paran de llegar al aeropuerto. El progreso<br />
se consolida.<br />
2.- La autoría como foco: es elocuente al respecto lo escrito por Terence<br />
Riley, conservador-jefe del Departamento de Arquitectura del Museo<br />
de Arte Moderno de Nueva York, tras una visita a Taro de Tahíche. Se<br />
trata de un comentario sobre unas fotos de <strong>César</strong> <strong>Manrique</strong> realizadas<br />
cuando la sede de la <strong>Fundación</strong> era todavía la casa del artista.<br />
Dice así:“las fotografías de la época muestran que <strong>Manrique</strong> habitó la<br />
casa en expansión como una especie de príncipe-artista de la Nueva<br />
Era, paseando por los campos de lava desnudo y escoltado por un<br />
enorme perro”.Y continúa Riley:“En otras fotos aparece pintando en<br />
su estudio a lo Jackson Pollock, derramando chorros de pintura<br />
sobre un lienzo extendido en el suelo (...). En los interiores se mezclaba<br />
el glamour de los años sesenta de Nueva York con elementos<br />
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