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Untitled - Fundación César Manrique

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ma Ángel Sánchez), en Agencia Thompson & Cía., descubren en un pueblo en<br />

el que “se mezclan la fiereza y altivez del antiguo hidalgo con la orgullosa<br />

sencillez del guanche” (444-45), o por el circo de la Caldera de Tejeda que,<br />

“sin hundimiento, sin ningún desplome, sin ninguna cortadura, desarrolla ante<br />

las miradas atónitas su elipse, de treinta y cinco kilómetros, de cuyos lados<br />

convergen hacia el centro arroyos y colinas bajas, a cuyo resguardo se han<br />

construido aldeas y caseríos” (459-60), o por los habitantes de esos caseríos,<br />

trogloditas que han cavado sus casas “en las murallas del circo, colocadas<br />

unas sobre otras e iluminadas por aberturas que desempeñan el papel de<br />

ventanas” y de quienes no puede esperarse más que una muy rudimentaria<br />

hospitalidad (460) 8 .<br />

El turista Ernst Jünger, el que hace una excursión platanera y sigue la<br />

narración de un guía, el que se baña en la piscina del hotel y en La Isleta, el<br />

que visita Arucas, Teror y la Basílica de la Virgen del Pino, Agaete y los<br />

Berrazales, Bandama y Tejeda, el Museo Canario y el Museo Néstor, no se<br />

queda en el “efecto fachada” de paraísos literarios, exóticas estampas o<br />

héroes fenecidos. Jünger es también un viajero ecológico que se adentra en<br />

la realidad y no se conforma con la apariencia del “efecto troglodita”. Jünger<br />

reflexiona sobre los problemas humanos y medioambientales de los parajes<br />

que observa, y si en algunos momentos su mirada incomoda tanto como<br />

ofende la de David Lodge, en otros da paso a la esperanza, como cuando<br />

penetra en la cueva y descubre que en su interior hay “una instalación [...]<br />

confortable: Las paredes [están] pintadas, así es que uno no hubiera imaginado<br />

hallarse en una cueva si no hubiera atravesado antes la entrada, que es lo<br />

único que causa un efecto troglodita. La entrada se [abre] a un jardín delantero<br />

suntuosamente plantado; [y llama especialmente la atención] una gran<br />

escabiosa de flores de color púrpura” (581).<br />

Éntrese en la cueva y déjese atrás su fachada. Sebastián de la Nuez está en<br />

lo cierto cuando afirma que Unamuno descubrió en Fuerteventura que “desde<br />

el aislamiento, el espíritu se puede engrandecer, [y ver...] mejor las verdades<br />

universales, [y que es posible...] vivir fuera del tiempo y de la historia” (43); y<br />

8 Aunque tanto Ángel Sánchez como la edición que se cita y muchas otras ediciones atribuyen L’´Agence Thompson and C.º a<br />

Jules Verne, como afirma Josette Chanel-Tisseau des Escotais, la novela “es apócrifa; la editaron en 1907, dos años después de la<br />

muerte de [Julio Verne]. Investigaciones recientes [...] que Monsieur Roethel tuvo [...] la amabilidad de comunicarnos, demuestran<br />

que la obra fue redactada muy anteriormente, no por Julio Verne, sino por su hijo, Michel. El famoso novelista le dio la idea<br />

del tema en 1895, como lo indica en una carta dirigida a su hermano el 12 de octubre del mismo año. El especialista en la obra<br />

de Verne comprobó además que la grafía del manuscrito de la novela sobre Canarias es del hijo y no del padre” (878).<br />

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