Untitled - Fundación César Manrique
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también lo está Eugenio Padorno al entender que “la culminación de ese<br />
entendimiento [quijotesco] de la vida, [tan vinculado con lo esencial hispano<br />
ligado al ascetismo], no sólo es inseparable [...] de la segunda visita [que<br />
Unamuno hace] a las Islas, es decir, de su estancia en Fuerteventura, sino difícilmente<br />
explicable sin ella” (147). Pero también es cierto que en la formulación<br />
de esa esencialidad juega un papel destacado la condición biológica de<br />
Fuerteventura, pues Unamuno en un artículo titulado “Biografía y biología”<br />
afirma que la “isla de Fuerteventura —¡fuerteventurosa isla!— [...] tiene estilo<br />
[...]; esta isla para peregrinos —peregrinos del ideal—, y no para turistas, tiene<br />
estilo, un estilo esquelético” (70). Si se la llena de turistas y de hoteles, la naturaleza<br />
esquelética de Fuerteventura no sólo perderá su vínculo simbólico con<br />
la esencialidad unamuniana, también arruinará su identidad biológica y con ella<br />
todo el bienestar del que a sus habitantes pueda proveer.<br />
Eugénio de Andrade, poeta que declara su “desprecio por el lujo, que en<br />
sus múltiples formas es siempre una degradación”, y que explica la pureza<br />
“de la que tanto se ha hablado a propósito de [su] poesía en términos de<br />
pasión, simplemente pasión por las cosas de la tierra, en su forma más<br />
ardiente y todavía no consumada” (2001: 2) podría escribir sus versos<br />
esqueléticos en cualquier esquelético páramo majorero. En Gran Canaria, sin<br />
embargo, el mismo Andrade, el apasionado poeta por las cosas de la tierra,<br />
rubrica, a veinte años de la visita de Jünger, el poema “Maspalomas, sin nostalgia”:“De<br />
lejos, vine de lejos sólo para ver / estas dunas con sabor a desierto.<br />
/ Debía haber venido / antes de haber chucrut / y salchichas y Wagner y<br />
Bismarck / y estos doscientos mil alemanes / que beben comen cagan en<br />
estas arenas / con obstinado afán: / putas y chulos son ahora / la limpidez /<br />
perfecta y el frescor de la mañana”.Afortunadamente para despertar al lector<br />
ecológico no es necesario acudir a paisajes literarios de este jaez. Basta<br />
no olvidar la condición biológica del lugar sobre el que se desarrolla nuestra<br />
vida y sobre el que se desenvolverá la vida de nuestros hijos para descubrir<br />
que tras el sublime eterno y ahistórico de la Selva de Doramas se esconden<br />
un sublime ecológico y una exigencia de futuro.<br />
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