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Untitled - Fundación César Manrique

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tanto bienes como experiencias se estetizan, se convierten en signos complacientes<br />

para seducir a los potenciales consumidores. De este modo el arte<br />

deja de ser el lugar preferente de la experiencia estética y, aún más, desprovisto<br />

de su contenido emancipatorio, tiende a convertirse en un agente más de la<br />

estetización comercial del mundo, como el turismo mismo.<br />

En este estadio avanzado del capitalismo hay que contextualizar la obra de<br />

<strong>César</strong> <strong>Manrique</strong>, a quien, para empezar, hay que reconocerle un mérito: haber<br />

sido capaz de revalorizar el paisaje de Lanzarote.Ajena al estereotipo de paraíso<br />

que había allanado el camino a tipistas y vanguardistas en Gran Canaria y<br />

Tenerife, Lanzarote, un desierto de lava, era percibida como un lugar que produce<br />

horror, horror al vacío de la naturaleza. <strong>Manrique</strong>, que desarrolla su proyecto<br />

entre mediados de los años sesenta y principios de los noventa, invierte esa percepción<br />

y jugando con el apetito turístico por el límite llena ese vacío con representaciones:<br />

si Néstor ofrece al turista el espectáculo de la infancia de la<br />

humanidad, <strong>Manrique</strong> le invita a viajar a unos orígenes más originarios aún, a los<br />

del mundo antes del hombre, un paisaje donde puede dar unos pasos por el<br />

umbral entre la vida y la muerte, hacerse una foto en el límite extremo de su<br />

mundo y descifrar el principio del caos en un instante panorámico [Fig. 2].<br />

<strong>Manrique</strong> concibe la mayor parte de su proyecto durante su residencia en<br />

Nueva York, desde donde, como le ocurría a Néstor en París, piensa su isla como<br />

un lugar exterior a la Historia, propicio para la representación turística total. No<br />

obstante, hay una diferencia<br />

importante entre ambos:<br />

Néstor mistifica su entorno sin<br />

más límites éticos que los que le<br />

dicta su fantasía. <strong>Manrique</strong> en<br />

cambio muestra mayor voluntad<br />

de respeto hacia las formas<br />

recibidas y, preso de la ilusión,<br />

cree incluso que se limita a<br />

mostrar lo que hay.<br />

Pero la ficcionalización<br />

constituye también el núcleo<br />

del proyecto manriqueño que<br />

comprende intervenciones en<br />

el territorio —Jameos del Agua, Casa Museo del Campesino, Jardín de Cactus,<br />

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