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te odiare hasta que te quiera

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Duran<strong>te</strong> el resto del trayecto in<strong>te</strong>nto no mirarlo o fijarme en la mano <strong>que</strong><br />

descansa sobre el cambio de marchas, peligrosamen<strong>te</strong> cerca de mi muslo.<br />

Una o dos veces sus dedos me rozan la pierna sin <strong>que</strong>rer y una descarga<br />

de electricidad me atraviesa el cuerpo.<br />

Problemas, esto va a ser una fuen<strong>te</strong> de problemas. ¿En qué estaba<br />

pensando mi madre cuando le pidió <strong>que</strong> fuera mi pareja, y en qué estaba<br />

pensando él cuando aceptó? Si siempre ha odiado los actos formales y los<br />

esmóquines. Los llama trajes de pingüino y se burla de cual<strong>quiera</strong> <strong>que</strong> se<br />

atreva a ponerse uno. Entonces me acuerdo de <strong>que</strong>, según él, ganamos<br />

seguro gracias a su, y cito <strong>te</strong>xtualmen<strong>te</strong>, «aspecto de dios del sexo<br />

combinado con una buena genética».<br />

El centro comercial está a rebosar de gen<strong>te</strong>. Cole me sorprende al<br />

cogerme de la mano y abrirse paso entre la marea de compradores. No<br />

hace nada fuera de lo normal, pero a mí se me acelera el corazón, un<br />

traicionero color rojo me tiñe las mejillas y empiezo a sudar bajo la<br />

rebeca <strong>que</strong> llevo puesta. Cuando por fin encontramos un espacio en el <strong>que</strong><br />

poder respirar, me suelta la mano, pone la suya sobre la curva de mi<br />

espalda y me guía.<br />

—¿Adónde quieres ir primero? —pregunta, pero soy incapaz de<br />

descifrar lo <strong>que</strong> acaba de salir por su boca.<br />

Soy demasiado conscien<strong>te</strong> de la zona de mi espalda <strong>que</strong> su mano<br />

acaricia ligeramen<strong>te</strong>. Hemos dormido en la misma cama y sin embargo no<br />

me ha afectado tanto como esto. No es normal, no puedo ponerme<br />

colorada por culpa de Cole Stone, ¡es absurdo!<br />

—¿Tessie?<br />

Parece un poco preocupado mientras nos dirigimos hacia las escaleras<br />

mecánicas. No puedo permitir <strong>que</strong> se dé cuenta de cómo me afecta su<br />

presencia. Me convertiría en otra chica más <strong>que</strong> cae víctima de sus<br />

encantos y, en cuanto se diera cuenta, me dejaría en paz. Me gusta sentirme<br />

especial y no quiero <strong>que</strong> me deje en paz. Todavía no.<br />

—Ah, perdona, se me ha ido el santo al cielo.<br />

Sonríe y, con un brillo de satisfacción en la mirada, se inclina hacia mí<br />

y me susurra al oído:<br />

—Sí, claro, seguro.<br />

Hemos estado en al menos ocho tiendas distintas y no consigo encontrar

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