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te odiare hasta que te quiera

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pronto recibiría mi primer beso y la voz ligeramen<strong>te</strong> ronca de Cole era la<br />

prueba.<br />

El avión a<strong>te</strong>rrizará en breve y soy incapaz de estarme quieta. Mi madre<br />

me regaña con la mirada y luego sigue leyendo. Vamos en primera clase,<br />

así <strong>que</strong> yo me siento con ella y Travis, con mi padre. Son ganas de llamar<br />

al mal tiempo, y es <strong>que</strong> su relación no ha progresado mucho <strong>que</strong> digamos,<br />

pero mi madre ha insistido por<strong>que</strong>, según ella, necesitan pasar tiempo<br />

juntos. Desde mi asiento veo <strong>que</strong> Travis está viendo una película y mi<br />

padre está ocupado leyendo una revista. Pues sí, parece <strong>que</strong> ha merecido la<br />

pena.<br />

Cuando por fin pasamos la aduana, ya es media tarde. Hemos in<strong>te</strong>ntado<br />

viajar ligeros de equipaje y con maletas de mano, pero aun así nos<br />

pasamos una hora esperando en la zona de recogida. Es alucinan<strong>te</strong> la<br />

cantidad de gen<strong>te</strong> <strong>que</strong> viaja por estas fechas, debería haber supuesto <strong>que</strong><br />

iríamos con retraso. Eso no impide <strong>que</strong> esté nerviosa, no paro de dar<br />

golpecitos con el pie y si las maletas no aparecen pronto estrangularé a<br />

alguien.<br />

—Te arrepien<strong>te</strong>s de haberle dicho a tu amado <strong>que</strong> no viniera al<br />

aeropuerto, ¿eh?<br />

Travis está disfrutando con esto y se le nota. Ya se le ve mejor, como si<br />

al cambiar de estado se hubiera esfumado la melancolía. Espero <strong>que</strong> la<br />

chica mis<strong>te</strong>riosa le dé una respuesta pronto, no sé si podría soportar otra<br />

vez sus cambios radicales de humor.<br />

—No sé de qué estás hablando —le digo, toda dulzura, sin dejar de<br />

vigilar a mis padres por el rabillo del ojo.<br />

Están a unos metros de nosotros, pidiendo un par de cafés en el<br />

Starbucks. Eso sí, no creo <strong>que</strong> vuelvan. Hay tal cantidad de gen<strong>te</strong><br />

esperando sus maletas <strong>que</strong> en cualquier momento podría haber una<br />

estampida, y Dios no <strong>quiera</strong> <strong>que</strong> mi madre se rompa una uña o <strong>que</strong> a mi<br />

padre le arran<strong>que</strong>n un botón de la camisa. Hay una fina línea entre ser hijo<br />

de alguien y su esclavo, ¿verdad?<br />

Travis me golpea el hombro con el suyo y casi me caigo en la cinta<br />

transportadora. Lo fulmino con la mirada, pero de pronto localizo dos de<br />

nuestras maletas y rápidamen<strong>te</strong> las cojo.<br />

—Dos menos, faltan otras dos —anuncio resoplando, an<strong>te</strong>s de <strong>que</strong><br />

Travis me las coja de las manos y las cargue en el carrito.<br />

Pero ¿qué ha metido aquí mi <strong>que</strong>ridísima madre? ¿Huevos de avestruz?

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