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te odiare hasta que te quiera

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las santas narices de me<strong>te</strong>rse conmigo en mi actual estado de mujer<br />

cavernícola. Es él, cómo no, ¿quién iba a ser si no? Cole está apoyado en<br />

la puerta y me sonríe, con un aspecto impecable para la hora <strong>que</strong> es.<br />

Podría decir <strong>que</strong> no recordaba <strong>que</strong> ha dormido en la misma cama <strong>que</strong> yo,<br />

podría decir <strong>que</strong> al verlo no se me ha desencajado la mandíbula y los ojos<br />

se me han salido de las órbitas, pero estaría mintiendo.<br />

—No estoy de humor —balbuceo, malhumorada, y me encierro en el<br />

baño, desde donde le oigo reírse a carcajadas.<br />

Ayer me duché an<strong>te</strong>s de me<strong>te</strong>rme en la cama, pero todavía me siento<br />

sucia, así <strong>que</strong> me coloco debajo del chorro bien calien<strong>te</strong> y dejo <strong>que</strong> me<br />

despier<strong>te</strong> del estado medio zombi en <strong>que</strong> me encuentro. Con la piel aseada<br />

y relucien<strong>te</strong> como el culito de un bebé, me lavo los dien<strong>te</strong>s y me pongo el<br />

albornoz. Por suer<strong>te</strong>, Cole ha decidido dejarme sola. Temo <strong>que</strong> aparezca<br />

en cualquier momento, así <strong>que</strong> cierro la puerta con llave y me dirijo hacia<br />

el vestidor.<br />

Normalmen<strong>te</strong> tardo un par de minutos en escoger la ropa del día, pero<br />

no sé por qué hoy no me ape<strong>te</strong>ce ponerme la sudadera raída y los<br />

va<strong>que</strong>ros de siempre. Es como si mi mano tuviera vida propia y se negara<br />

a escoger el tipo de ropa <strong>que</strong> utilizo habitualmen<strong>te</strong>. Es fin de semana, la<br />

oportunidad perfecta para ir más cómoda, pero esta vez no quiero.<br />

Con un suspiro, me adentro en lo más profundo del vestidor e in<strong>te</strong>nto<br />

no dejarme intimidar por la cantidad de rosa <strong>que</strong> hay aquí. No me<br />

malin<strong>te</strong>rpre<strong>te</strong>s, me gusta el color, pero cuando hay un exceso es como si<br />

la Pan<strong>te</strong>ra Rosa <strong>te</strong> hubiera vomitado en el armario.<br />

Escojo un top azul marino con sobrefalda, unos va<strong>que</strong>ros negros<br />

ajustados y las chanclas más viejas <strong>que</strong> <strong>te</strong>ngo. Una vez vestida, me recojo<br />

el pelo en un moño informal, me pongo un poco de brillo en los labios y<br />

bajo las escaleras dando saltos. Estoy de buen humor.<br />

Encuentro a Cole ocupado en la cocina. Oigo el zumbido de la batidora<br />

y hay varias ollas y sar<strong>te</strong>nes en los fogones. Tiene la tabla de cortar<br />

delan<strong>te</strong> y está troceando las verduras como un auténtico profesional. Por<br />

un momento me <strong>que</strong>do inmóvil, absorta en la exactitud de sus<br />

movimientos. Me da un poco de vergüenza admitir <strong>que</strong> la única vez <strong>que</strong><br />

in<strong>te</strong>nté cocinar algo acabé cargándome el horno.<br />

—¿Ya has dejado de babear, bizcochito?<br />

Aparto la mirada al oír sus palabras e in<strong>te</strong>nto imprimir mi cinismo<br />

habitual a la respuesta, aun<strong>que</strong> la verdad es <strong>que</strong> ahora mismo no me

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