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te odiare hasta que te quiera

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emboscada. Corro a la ventana de mi habitación, desde donde <strong>te</strong>ngo unas<br />

vistas bastan<strong>te</strong> buenas de la puerta principal. Ahora <strong>que</strong> lo pienso, no<br />

puede ser Cole. Aún tiene la llave <strong>que</strong> le dio mi madre, por mucho <strong>que</strong> me<br />

moles<strong>te</strong> y me lo restriegue por la cara siempre <strong>que</strong> tiene ocasión.<br />

Saco la cabeza por la ventana justo en el momento en <strong>que</strong> la recién<br />

llegada se sienta en el porche. Enseguida sé quién es y corro escaleras<br />

abajo sin de<strong>te</strong>nerme a respirar ni una sola vez. Abro la puerta y me<br />

encuentro a una Beth agotada <strong>que</strong> se ya se ha puesto en pie. Su aspecto me<br />

coge por sorpresa. Desde <strong>que</strong> nos conocemos, Megan, Beth y yo hemos<br />

dormido juntas unas cuantas veces y nos hemos visto en nuestros peores<br />

momentos, pero esto es otra cosa totalmen<strong>te</strong> diferen<strong>te</strong>. Es como si se<br />

hubiera puesto lo primero <strong>que</strong> ha encontrado, unos va<strong>que</strong>ros viejos y una<br />

camiseta <strong>que</strong> no pega para nada. Sin embargo, lo <strong>que</strong> me preocupa no es la<br />

ropa, sino <strong>que</strong> tiene los ojos inyectados en sangre. Parece <strong>que</strong> lleve varios<br />

días sin dormir, y el hecho de <strong>que</strong> se balancee de un lado a otro tampoco<br />

ayuda. Lleva el pelo hecho un desastre, como si se lo hubiera estado<br />

tocando continuamen<strong>te</strong>, y cuando me fijo con más de<strong>te</strong>nimiento, consigo<br />

ver los surcos de las lágrimas <strong>que</strong> tanto se ha esforzado por disimular.<br />

—¿Qué ha pasado?<br />

Pero no hace falta <strong>que</strong> pregun<strong>te</strong>, lo sé incluso an<strong>te</strong>s de <strong>que</strong> me lo diga, y<br />

me siento tris<strong>te</strong> y cabreada al mismo tiempo.<br />

—Marie —responde Beth, y no hace falta <strong>que</strong> diga nada más.<br />

La hago entrar en casa y ella se dirige hacia la cocina y se apoya en la<br />

encimera. Ha pasado bastan<strong>te</strong> tiempo desde la última vez <strong>que</strong> las cosas se<br />

torcieron. Marie lleva una buena <strong>te</strong>mporada sin hacer nada demasiado<br />

drástico, pero ver a mi amiga así hace <strong>que</strong> todo eso se me olvide. No es<br />

justo. Sé <strong>que</strong> a mí tampoco me ha tocado la lo<strong>te</strong>ría en lo <strong>que</strong> a padres se<br />

refiere, pero Beth no se merece todo lo <strong>que</strong> está viviendo.<br />

—¿Te ape<strong>te</strong>ce comer algo? Puedo hacer café si quieres y, si no me<br />

equivoco, <strong>que</strong>da un poco de lasaña en la nevera.<br />

Beth sonríe y de pronto es como si no hubiera pasado nada. No me<br />

gusta verla así, derrotada y tan... rota. A Megan y a mí nos costó mucho<br />

fran<strong>que</strong>ar sus defensas, pero tras muchos in<strong>te</strong>ntos al final se abrió.<br />

Siempre le cuesta hablar de lo <strong>que</strong> pasa en su casa, pero más o menos<br />

conseguimos sacárselo. Intuyo <strong>que</strong> hoy será otro de esos días.<br />

—¿Me estás ofreciendo lasaña a las sie<strong>te</strong> de la mañana? No estás<br />

programada para funcionar an<strong>te</strong>s de las doce, ¿eh?

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