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te odiare hasta que te quiera

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ape<strong>te</strong>ce discutir.<br />

—Lo siento pero no soy de las tuyas, Martha S<strong>te</strong>wart.<br />

Me mira fijamen<strong>te</strong> y se le borra la sonrisa de la cara.<br />

—Eso ha sido un comentario muy machista.<br />

—Llevas el delantal de mi madre, <strong>te</strong> lo has buscado —respondo<br />

riéndome, y luego me siento delan<strong>te</strong> de él, en el lado opuesto de la isla.<br />

—Esto —me dice señalándose la camiseta— es nuevo y me ha costado<br />

cincuenta pavos. Me da igual parecer una pornochacha mientras no me<br />

manche con el mejunje de las tortitas.<br />

Compruebo <strong>que</strong> él también se ha cambiado de ropa, puede <strong>que</strong> se haya<br />

acercado un momento a su casa.<br />

—Hablas como una mujer, <strong>que</strong> lo sepas.<br />

Ahoga una exclamación de sorpresa y acto seguido me tira un puñado<br />

de harina.<br />

—Retíralo ahora mismo —me ordena, y yo me <strong>que</strong>do clavada a la silla,<br />

inmóvil, con una mueca de asco en la cara por<strong>que</strong> <strong>te</strong>ngo la boca llena de<br />

harina.<br />

—¡Idiota! Que me acabo de duchar —pro<strong>te</strong>sto mientras in<strong>te</strong>nto quitarme<br />

la harina de la cara, del pelo y de la camiseta recién estrenada.<br />

—Has puesto en duda mi masculinidad. Mal hecho, Tessie.<br />

—¡Eres tan... tan...!<br />

Me siento tan frustrada, tan molesta por la velocidad con la <strong>que</strong> ha<br />

convertido es<strong>te</strong> maravilloso día en otro más en el <strong>que</strong> <strong>que</strong>rer acabar<br />

asesinando a alguien, <strong>que</strong> cojo el vaso de zumo de naranja y se lo tiro a la<br />

cara. En cuanto me doy cuenta de lo <strong>que</strong> he hecho, me tapo la boca con las<br />

manos y ahogo una exclamación de horror.<br />

No soy una persona impulsiva, siempre le doy un millón de vueltas a las<br />

cosas an<strong>te</strong>s de hacerlas. De hecho, yo no pienso, rumío. Soy la reina del<br />

país de los rumian<strong>te</strong>s, así <strong>que</strong> lo <strong>que</strong> acabo de hacer es algo absolutamen<strong>te</strong><br />

inusual en mí. Acabo de tirarle zumo de naranja por encima a un tío <strong>que</strong> es<br />

conocido por ser más rencoroso incluso <strong>que</strong> sus ligues. Básicamen<strong>te</strong>,<br />

acabo de come<strong>te</strong>r el peor error imaginable, y todo por un impulso.<br />

—¡Lo siento! No era mi in<strong>te</strong>nción, quiero decir <strong>que</strong> tú estás ahí y yo<br />

estaba cabreada y ¡no sabes cuánto lo siento!<br />

Mi voz suena amortiguada por<strong>que</strong> me estoy tapando la cara con las<br />

manos y aprovecho el espacio entre los dedos para ver si escupe fuego<br />

por la boca y debería empezar a recitar mis últimas voluntades, pero para

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