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te odiare hasta que te quiera

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mi sorpresa es como si esto le pareciera... ¿divertido?<br />

—¿Qué? —pregunto cuando por fin me atrevo a bajar las manos.<br />

Él me mira fijamen<strong>te</strong>, empapado en todo su esplendor a lo OJ Simpson,<br />

y sonríe. Me pregunto si ha sufrido algún tipo de daño cerebral grave<br />

mientras yo estaba dormida.<br />

—Me acabas de tirar zumo a la cara —murmura sin dejar de sonreír, lo<br />

cual resulta un tanto inquietan<strong>te</strong>.<br />

—Sí, Eins<strong>te</strong>in, <strong>te</strong> he tirado zumo a la cara, pero eso no explica por qué<br />

estás sonriendo como un salido en la esquina de una calle chunga.<br />

Al oírme, se ríe. Su risa es tan contagiosa <strong>que</strong> me uno a ella, aun<strong>que</strong><br />

todavía no sé por qué no me está estrangulando con sus propias manos.<br />

Cuando deja de reírse, coge un trapo y se limpia la cara. La camiseta<br />

<strong>que</strong> in<strong>te</strong>ntaba pro<strong>te</strong>ger con tanto celo está manchada, así <strong>que</strong> hace lo <strong>que</strong><br />

para él es el movimiento más racional posible.<br />

Se la quita.<br />

Se deshace lentamen<strong>te</strong> de ella y yo abro los ojos como platos y siento<br />

<strong>que</strong> me falta el aire. Es como ver un anuncio de Abercrombie and Fitch<br />

pero mejor, por<strong>que</strong> su cuerpo es mucho más <strong>te</strong>rrenal <strong>que</strong> el de cualquier<br />

modelo photoshopeado. Con<strong>te</strong>ngo un suspiro y por poco me desmayo<br />

cuando usa el trapo para limpiarse el torso y le veo la tableta. Por el amor<br />

de Dios, ¿qué son todos esos bultos?<br />

—In<strong>te</strong>nta no incendiar la casa mientras yo lavo esto.<br />

Sale de la cocina riéndose y me deja aquí, sola y flipando. Ya sé <strong>que</strong><br />

ayer por la noche tampoco llevaba camiseta, pero era tarde y estábamos en<br />

la cama. Supongo <strong>que</strong> <strong>te</strong>nía sentido <strong>que</strong> estuviera medio desnudo, pero<br />

ahora, a plena luz del día, ni mi corazón ni mi cerebro son capaces de<br />

procesarlo y los dos entran en bucle. Con<strong>te</strong>mplo su espalda, ancha y de<br />

piel suave, y las marcas de los músculos mientras se aleja en dirección al<br />

cuarto de la colada.<br />

En algún momento, no soy muy conscien<strong>te</strong> de cuándo, apago la batidora<br />

e in<strong>te</strong>nto darle la vuelta a una tortita, pero estoy a punto de estrellarla<br />

contra el suelo.<br />

—La clave está en la muñeca.<br />

Doy un salto al sentir dos brazos <strong>que</strong> me rodean por la cintura desde<br />

atrás y me cogen la mano con la <strong>que</strong> sujeto la espátula. De pronto, percibo<br />

el mismo olor de esta mañana y sé exactamen<strong>te</strong> quién está detrás de mí.<br />

Por el sonido de su voz, intuyo <strong>que</strong> está más cerca de lo <strong>que</strong> me gustaría, y

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