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—Es un secreto. Cuando tengas uno, de la misma magnitud, te lo<br />
cambiaré.<br />
Luego los dos pequeños nomos desaparecen transponiendo una<br />
puerta eterica. En el lugar nada sólido indica que haya una entrada y con<br />
mi cuerpo astral los sigo. Una escalera desciende hacía las entrañas del<br />
volcán, caracolando sin fin. En una curva imprevista surge otra pequeña<br />
figura que sube retozante, hasta que me ve: abre desmesurados ojos y<br />
con rápida expresión risueña vuelve escaleras abajo. Evoco mis lejanas<br />
vivencias con los mismos seres que acabo de ver, mejor dicho con sus<br />
semejantes. ¿De cuando esas vivencias?, difuso e indefinible. Repentinamente<br />
la escalera se continúa con un extraño laberinto de escalinatas y<br />
más escalinatas dispuestas en todas las direcciones existentes y combinadas<br />
con pasadizos y galerías imaginadas con azarosa diversión. Es<br />
imposible avanzar por el laberinto sin conocer el camino correcto; me<br />
atrevo a comprobarlo siguiendo a uno de ellos con la mirada: desciende<br />
por una larga escalera, continuada luego por curiosas plataformas de<br />
cinco dimensiones, sube por otro grupo de graderías que se dispersan en<br />
distintas direcciones..., y al final después de discurrir por unos túneles<br />
cortos acaban donde empecé.<br />
Lanzo verdaderos haces de intenciones concentradas en todas las<br />
direcciones. Pasmosamente estas intenciones son reunidas y luego absorbidas<br />
por un vórtice girando hacía la derecha. Ese es el camino: todo<br />
hacía la derecha, caminando en círculo.<br />
—¡Hola! —oigo.<br />
Indefinible voz pronunciada por un esbelto nomo.<br />
—¡Hola! —respondo a mi vez, amigable y cortés.<br />
Tácitamente me invita a seguirle atravesando galerías decoradas<br />
con hermosos reflejos de luz prismática. Cada uno de esos reflejos de<br />
increíble variedad prorrumpe con una nota musical de inteligencia propia<br />
e individualidad viva; en conjunto concertan inocente música. Inefable.<br />
—¿Sabes? —inquiere el nomo, para a su vez incluir—. ¡Estamos<br />
en el augusto castillo de Gob!<br />
Lo suponía y ahora me lo confirman. Gob, el venerable regente que<br />
gobierna todo lo sólido del planeta Tierra y a sus elementales. Pero ¿qué<br />
hace fuera de sus dominios, de su dial espacio tiempo, de su eternidad?<br />
Intuyo que esto también está relacionado a la nefasta influencia de Hoge.<br />
Me permito atravesar el cortinaje que aísla una estancia muy particular,<br />
donde las paredes son espejos fínamente pulidos de cristal de pie-<br />
105<br />
R.HUAYNA INGÉNITO