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R.HUAYNA INGÉNITO<br />
también lo inorgánico es limpiado de esta manera de asperezas físicas y<br />
químicas. Todo lo pasado es limpiado de esta manera.<br />
Más tarde me sorprendo caminando sobre parajes desérticos.<br />
Donde existen indicios que demuestran que esto fue una apretada selva<br />
en otro momento, ahora la seca desolación arde arrasada por inexorables<br />
rayos infrarrojos. Las microscópicas partículas de polvo y las diminutas<br />
piedrecillas que conforman las dunas resecas, dejan tras mío delatoras<br />
huellas, debo evitarlas y no sé cómo. No es una gran preocupación.<br />
La aséptica soledad atrae mis reminiscencias. Son de momentos<br />
fortuitos. Vienen siseantes y calurosos. El erío cruje en una atmósfera<br />
fosilizada sin otra compañía que la soledad, cruje suplicando algunas<br />
gotas de humedad para refrescarse...<br />
—¿Estás bien? —inquiero con una voz infantil en una nueva reminiscencia.<br />
—¡Sí, estoy bien! —me responde, con susurro, alguien con mi misma<br />
edad. Luego escoge una pregunta y me la lanza—: ¡Tu, ¿también te<br />
perdiste?!<br />
Tiene agrietados los labios y la tez quemada, productos de la insolación.<br />
La deshidratación lo tiene debilitado, permitiéndole algunas incoherencias.<br />
—No —respondo, mientras busco mi pequeña cápsula con precioso<br />
líquido comprimido para que lo beba.<br />
—¡Ah! No te perdiste...<br />
—No. Vine en tu busca.<br />
—Me alegra... Me alegra mucho. Tengo suerte de tener un amigo<br />
como tu.<br />
Esta madrugada, muy temprano cuando el espectro del cielo combinaba<br />
sus maravillas con las de la noche, yo y varios de mis amigos,<br />
incluido el que ahora está delante mío, salimos de paseo, previo acuerdo,<br />
en pequeñas naves individuales en dirección al quinto planeta del<br />
sistema estelar donde tenemos nuestro hogar. Luego de una frenética<br />
carrera retozante por el espacio ingresamos en la atmósfera de ese planeta<br />
y descendimos a su superficie sólida. La lujuriante belleza de la<br />
insipiente vida primitiva nos recibía maternalmente..., pero no a todos<br />
porque uno de nosotros se había extraviado y no sabíamos en que momento<br />
del viaje. ¿Porqué no obedecí a mi intuición?, recién después le di<br />
la importancia debida. Entonces volví a mi nave sin escuchar las protes-<br />
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