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R.HUAYNA INGÉNITO<br />
64<br />
CAPITULO VII<br />
Un bramido horrísono atrona tras el dosel arbóreo. Inmediatamente<br />
se escucha una respuesta estentórea no muy lejana. Es común ese<br />
diálogo entre dos individuos de la misma especie, como también es común<br />
un diálogo múltiple entre varios individuos, o como también es normal<br />
un reclamo entre diferentes especies, todos porfiando por hacerse<br />
escuchar entre la barahúnda. Gigantescos helechos se atraviesan en mi<br />
camino y no es nada raro que sobre sus copas vislumbre la curva espalda<br />
o las carnosas ancas de alguna criatura de descomunal tamaño, y por<br />
lo demás hundido, hasta las corvas de sus cuatro patas, en el agua de<br />
alguna charca, tragando tranquilamente el alimento que necesita para nutrir<br />
su inmensidad.<br />
Mi presencia distrae a uno de esos colosos y como le soy desconocido<br />
me presta exagerada atención. Pasivo sin el menor indicio de<br />
agresividad o temor, levanta su pequeña cabeza, en comparación con su<br />
titánico cuerpo y arquea el cuello en dirección mía por encima del follaje.<br />
Enseguida abandona el líquido y ¡viene en dirección mía! Sus ciclópeos<br />
pasos goteantes arrancan crujidos en la arena aplastada; no se me escapan<br />
algunas características de sus garras, degeneradas por la falta de<br />
uso, casi extintas, semejantes a delgadas placas óseas o escamas<br />
cornificadas. La piel gruesa blindada por abundantes y pequeñas placas<br />
le resulta amplia y holgada. Llegando a cierta distancia, el tremendo animal,<br />
me acerca las perforaciones nasales de su sensitivo hocico móvil;<br />
me huele insistente y sonoro, esto me indica que dentro de él aún existen<br />
actitudes atávicas que le hacen sobreponerse a los nuevos sentidos óptimos<br />
para la densa oscuridad. En las comisuras de su boca cuelgan residuos<br />
vegetales y su aliento es innocuo.<br />
Dirijo un haz de fotones magnéticos en dirección de la maciza cabeza<br />
de varias toneladas de peso. Las microscópicas partículas atraviesan<br />
con facilidad el duro pellejo cornificado y capas de fibras musculares<br />
incluyendo el denso tejido óseo. Mi visión fotónica me dice que el espesor<br />
de los huesos del cráneo es exagerado y guardan a un diminuto cerebro<br />
que bien podría cogerse en el cuenco de una mano. Con ese tamaño,