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ingénit - Liceus

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—¡No puedes adelantar más, no te dimos permiso alguno!<br />

—Nadie, sí...<br />

No tienen más movimiento que el que les permite las profundas<br />

raíces que las ata al suelo. Y:<br />

—¡Vete! —Chasquean en coro sin otra alternativa.<br />

¡Vete!: golpea las paredes del tocón: un chasquido convirtiéndose<br />

en incontables ecos. Remece con angustia las cercanías. ¡Vete de aquí!<br />

Desobedezco. Y enseguida tratan de destruirme con el terrible poder<br />

de sus palabras difamantes e injuriosas. La ponzoña eléctrica vibra a<br />

descomposición y me golpea sin causarme ningún daño, pero rebota y<br />

regresa a ellas mismas quienes no la soportan. Se consumen de dolor.<br />

Las llamas de la pira saltan y como si fuera paja seca acaban con ellas...<br />

¿Esas llamas permanentes consumirán a todo el tocón con el tiempo,<br />

sucederá cuando no tenga más alimento que venga desde lo profundo?<br />

¡No se autodestruirá! No, si no lo destruyo.<br />

Las llamas se sobresaltan teniéndome en cuenta como peligroso<br />

por primera vez. Disimulan enseguida al sumirse en su ensueño habitual.<br />

La cabeza y el rostro de la talla caen en pedazos poco a poco, al<br />

paso del tiempo. ¿Tiempo?, el tiempo aquí no existe, solo las emociones<br />

cambian con los momentos y son totalmente corrosivas. Si no fuera por<br />

la impasibilidad permanente que opta ya se habría destruido totalmente.<br />

Aún le ondula el cuerpo una agrietada túnica, despedazada sobre una<br />

extremidad inferior mutilada.<br />

La talla es un edificio, e ingreso en él por una puerta en la extremidad<br />

sana. Me llego a una bella estancia circular hecha con materiales<br />

puros y diáfanos; en ella hay varias puertas con tantas habitaciones tras<br />

de ellas, sin contarlas sé que son cuarenta y nueve: la constante de los<br />

niveles de la mente. La dueña de toda esta sutilidad, de este universo,<br />

vive en todos esos niveles. No voy a buscarla allí en esos interiores, voy<br />

a llamarla, tiene que venir...<br />

—¡Adelante! —se anticipa una voz femenina, dulce y melodiosa—<br />

. Te esperaba.<br />

De espaldas a mí descansa tranquilamente sobre un sillón. Todas<br />

las cosas cercanas a ella irradian la belleza más fina y sutil, poseen el<br />

mayor lujo de apetecibles virtudes. Entonces rota su asiento y la mujer<br />

queda frente a mí.<br />

No, no me engaña su atractiva belleza, y todo lo magnífico a su<br />

lado no es más que la expresión de una bien montada autodisciplina,<br />

erudita e intelectual.<br />

201<br />

R.HUAYNA INGÉNITO

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