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R.HUAYNA INGÉNITO<br />
inesperada, repentina y letal, y me ha descargado una estocada atravesándome<br />
el pecho donde no hay órganos vitales.<br />
Con todas las ventajas a su favor, el esperpento no tiene apuro por<br />
concluir su tarea. Ha examinado la situación y la sabe ganada. Ríe severo<br />
e indulgente, mientras la codicia brilla en sus ojos; la codicia de gozar<br />
con el dolor ajeno antes de aniquilarlo.<br />
No estoy vencido, ni menos. También no estoy dispuesto a alimentar<br />
su codicia. Respiro profundamente y activo una vital corriente interna<br />
de regeneración que aprendí de excelsos seres. Se encienden mis gónadas<br />
sexuales con una luz especial y usando dos encendidos filamentos nerviosos<br />
por la columna vertebral se difunden hasta el cerebro; la luz insemina<br />
mi cerebro con su fuerza creadora que luego servirá para remplazar mis<br />
células y tejidos con rapidez automática.<br />
La monstruosidad se dispone a acabar conmigo, lanza un cimitarrazo<br />
relampagueante. Repuesto de mi grave herida, bloqueo toda su embestida,<br />
salto por encima de él, y con un buen golpe le secciono el cuello. Y<br />
sin perder tiempo le atravieso el corazón.<br />
Su garganta incompleta gime, acompañado de otros gemidos, imposibles<br />
de definir. Todo acaba para él cuando se ha convertido en humeante<br />
epílogo surgiendo de entre un cúmulo de cenizas.<br />
Me viene un sopor, un cansancio sin medida. Y muy dentro, en mi<br />
interior, hay una sensación desconocida ¿De satisfacción? Sopor, y me<br />
gana.<br />
Fuego por todas partes. He abandonado mi mente y ahora soy<br />
parte del fuego. Mi cuerpo arde rojizo, las tiznadas escorias del dolor<br />
que en un principio se manifestaron empañándome han desaparecido.<br />
Luego, las llamas del gran fuego y las mías se tornan blancas, radiantes<br />
de divinidad y belleza.<br />
La sabiduría del fuego aquí detiene su danza. Da paso a un silencio<br />
absoluto...<br />
He abandonado el universo de los elementales, y por lo que veo,<br />
ellos me han librado de la trampa sepultante. En el preciso instante en<br />
que la superficie del lago vulcánico se mueve y expulsa una tromba de<br />
agua hacía lo alto. Me voy de este lugar bajo un chaparrón viscoso de<br />
lodo, piedras y agua.<br />
—¡Mucha suerte! —resuenan los ecos en los paredones interiores<br />
del cráter —. ¡Adiós!<br />
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